martes, 30 de abril de 2013

Saber mirar alrededor

El arenque rojo, de Alicia Varela y Gonzalo Moure, es un excelente álbum sin palabras, de los que hacen pasar un buen rato descubriendo qué ocurre, o podría ocurrir, y de los que desarrolla la capacidad del lector de mirar alrededor. En sucesivas ilustraciones del mismo parque vemos a varios personajes cuyas pequeñas historias se desarrollan a lo largo de las páginas: uno que hace footing, otro que lee debajo de un árbol, unos niños que juegan al fútbol y un chico emigrante que lo desea pero al que los demás parecen no hacerle caso…

Los dibujos, con aires de historieta clásica, son claros y ajustados a las historias de amable convivencia que se cuentan. La versión en palabras de algunas se pueden leer en un cuadernillo que se incluye al final, en un sobre, pero, tal como el planteamiento del álbum sugiere, también se podrían inventar otras narraciones a partir de las imágenes. Al lector se le propone que, al igual que el arenque rojo que figura en todas las imágenes, como paseándose por el parque, sea él un observador más que imagine otros relatos posibles.

Alicia Varela. El arenque rojo (2012). Texto de Gonzalo Moure. Madrid: SM, 2012; 26 pp.; ISBN: 978-84-675-5685-8.

lunes, 29 de abril de 2013

Limitaciones invisibles

El libro del oso, de Georg Hallensleben y Kate Banks, es un álbum bedtime con iguales rasgos a otros de los autores: las ilustraciones son cálidas y el texto es amable y apropiado para compartir. La historia es sencilla: una madre le lee a su hijo un libro cuadrado sobre un oso negro que se prepara para dormir durante el invierno; el relato mezcla la historia del oso con el diálogo entre la madre y el hijo, que también se dirigen al oso —«Duerme, oso», «Shhh…», etc.—, para indicarle qué debe hacer...

Se puede poner como un ejemplo más de algo característico: de que hay autores que firman siempre unas historias muy semejantes pero, como lo hacen bien, siempre gustan. Hay quienes piensan que los escritores o ilustradores deberían intentar cosas nuevas, pero no tiene por qué ser así pues no todo el mundo tiene iguales dotes ni aspiraciones, aparte de que «los defectos del artista que se resigna a sus cualidades acaban volviéndose invisibles» (Gómez Dávila).

Georg Hallensleben. El libro del oso (The Bear in the Book, 2012). Texto de Kate Banks. Barcelona: Juventud, 2012; 34 pp.; trad. de Teresa Farran; ISBN: 978-84-261-3950-4.

domingo, 28 de abril de 2013

El reto del historiador (1)

John H: Elliott: «Nunca tuve dudas de que en cualquier estudio del pasado debería encontrarse espacio para el agente humano, la personalidad y lo que es fama que Harold Macmillan llamó “events, dear boy, events” (“los acontecimientos, muchacho, los acontecimientos”). La contingencia (una muerte inesperada, la llegada o no de una carta importante) nunca se debe dejar de tener en cuenta en la reconstrucción y explicación del pasado. Por otra parte, el estudio histórico exige algo más que la simple crónica de sucesos, “la agitación de la superficie” como con desdén decía Braudel. El reto al que se enfrenta cualquier historiador ambicioso es aprehender las características de una época de modo que las acciones y comportamientos humanos resulten comprensibles, combinando el análisis y la descripción sin perturbar la fluidez narrativa. Al final, como saben todos los buenos historiadores, siempre quedará un poso de decepción. Ninguna narrativa llega a ser enteramente exhaustiva, ninguna explicación total, y el equilibrio entre la descripción y el análisis es exasperantemente difícil de conseguir. Lo mejor que se puede esperar es una aproximación tan cercana a una reconstrucción convincente de periodos, personas y acontecimientos pasados como permitan los testimonios conservados, una reconstrucción, además, que esté presentada de manera tan eficaz como para atraer y mantener el interés del lector».

John H. Elliott. Haciendo historia (History in the making, 2012). Madrid: Taurus, 2012; 302 pp.; trad. de Marta Balcells revisada por el autor; ISBN: 978-84-306-0077-9.

sábado, 27 de abril de 2013

Un grandioso fracaso

Después del personaje de Aleksey Valkovsky en Humillados y ofendidos, Dostoievski intenta reflejar de nuevo una bondad positiva, una inocente ingenuidad, en El idiota. En esta novela desigual, «la más personal de sus obras mayores», dice Joseph Frank, el autor puso de manifiesto sus convicciones más íntimas: intentó dar forma novelesca a su idea de que «sólo se puede simbolizar la bondad divina en la historia con la completa impotencia». Al príncipe Lev Nikoláyevich Myshkin, huérfano, le mandaron a Suiza cuando era un niño para ser tratado de la epilepsia que sufría. Regresa a San Petersburgo donde vive su única pariente viva, su prima lejana, la generala Lizaveta Yepanchina, a quien no conoce personalmente. Las relaciones de Mishkin con la familia de su prima dan lugar a que tenga un trato especial con su hija Aglaya, y con Nastasya Filippovna, la prometida de Gania, el secretario del marido de su prima, el general Yepanchin. Ambas mujeres son personalidades complejas, que contrastan con el modo de ser inocente hasta la simpleza de Myshkin.

Con este relato Dostoievski se propuso representar lo positivamente bello. En su opinión, «de las figuras bellas de la literatura cristiana, la más completa es la de Don Quijote. Pero sólo es bueno porque al mismo tiempo es ridículo. También es ridícula la figura del Pickwick de Dickens (concepción infinitamente menor a la de Don Quijote, pero, aún así, enorme), y esa es la única razón de que triunfe. La compasión hacia el hombre bello que es ridiculizado y que no tiene conciencia de su propio valor despierta la simpatía del lector. Y esta capacidad de despertar compasión es el secreto del humorismo. Jean Valjean [Los miserables] constituye otro poderoso intento, pero despierta la simpatía por causa de su terrible infortunio y de las injusticias que con él comete la sociedad. Pero no hay nada de esa índole en mi novela y por ello tengo un miedo terrible de que sea un auténtico fracaso».

En efecto, la novela como tal no es convincente para muchos lectores. En primer lugar, porque no lo es la figura de Myshkin, «un enigma inexplicable», «un personaje que trasciende las categorías de la experiencia moral-social mundana». En segundo lugar, a causa de las muchas digresiones de la historia con las que, sin embargo, el narrador pretende señalar las cualidades del príncipe que no lograba presentar en el hilo principal. Con todo, dice Frank, la forma grotesca de tratar algunos asuntos tiene un atractivo comparable a los efectos de las obras de Chagall, que retornan a formas anteriores ingenuas de arte popular para resucitar sentimientos de reverencia y maravillamiento. Además, la novela contiene algunas de las mejores escenas de toda la obra de Dostoievski, como la fiesta de cumpleaños de Nastasya, la cita en el parque de Myshkin y Aglaya, o el velatorio del cadáver de Nastasya.

Uno de los problemas que tiene Myshkin para ser un personaje convincente, al menos como figura de Jesucristo, es que, dice Romano Guardini, «estando en el plano en el que todo tiene sentido, debe moverse en este insensato mundo donde las pequeñas gentes se tienen por importantes. Y todo ello sin entender él mismo nada de cuanto le rodea. Sólo sabe que así debe ser». O, como él mismo afirma: «¿qué clase de idiota puedo ser ahora cuando yo mismo comprendo que me toman por idiota?». En cualquier caso, Dostoievski sí consigue con Myshkin crear, al menos en muchos momentos, un personaje que, por su veracidad indiferente a las consecuencias, acaba siendo el punto de referencia del obrar de los demás; alguien que parece venir de un lugar representado por lo que significan los niños y que tiene una clara conciencia de que las raíces de su vida están en otra parte. Por eso Nastasya, en quien el autor ha buscado recrear literariamente la figura de la pecadora del Evangelio, acaba despidiéndose de Myschkin con un «adiós, príncipe. Por primera vez en mi vida he visto a un hombre».

Fiódor Dostoievski. El idiota (Идиот, 1868). Madrid: Alianza, 2004, 3ª reimpr.; dos volúmenes, 865 pp.; col. El libro de bolsillo; introducción y trad. de Juan López-Morillas; ISBN: 84-206-3621-5.

viernes, 26 de abril de 2013

Minúscula minoría, bellotas diminutas

Zygmunt Bauman: «Nunca he encontrado un modo de vida que careciera de estos dos rasgos: oportunidades y amenazas. Llevo diez años luchando por evaluar lo que es el actual modo de vida —la "modernidad líquida", una sociedad de consumidores individualizada y sin regulaciones, formada en un escenario crecientemente globalizado— y puedo decir que no es una excepción a lo apuntado anteriormente.

En consecuencia, aunque hay muchos motivos para la preocupación, no hay ninguno para la desesperación. (…) Si es verdad (y lo es) que cada conjunto de circunstancias contiene también algunas oportunidades junto con sus peligros, también es verdad que cada una de estas circunstancias está tan preñada de rebelión como lo está de conformismo. No olvidemos nunca que cada mayoría comenzó por ser una minúscula minoría, invisible e imperceptible. E incluso los robles centenarios han crecido partiendo de unas bellotas absurdamente diminutas…»

Zygmunt Bauman. Sobre la educación en un mundo líquido. Conversaciones con Riccardo Mazzeo (On Education, 2012). Barcelona: Paidós, 2013; 151 pp.; col. Estado y sociedad; trad. de Dolores Payás Puignarnau; ISBN: 978-84-493-2811-4.

jueves, 25 de abril de 2013

Una de las novelas del año

La lección de August, de R. J. Palacio, es una de las novelas del año. Algunos lectores más «serios» no serán capaces de leerla sin quejarse —y se les puede recordar lo dicho en Lectores de segundo nivel—, pero la gran mayoría de lectores, de todas las edades, disfrutarán y se conmoverán con ella.

miércoles, 24 de abril de 2013

Una familia, simplemente

Finales de noviembre, de Tove Jansson, es el último libro de los Mumin. Como en los demás hay en él buen humor, estupendas descripciones de ambiente, comentarios y anécdotas que perfilan a los personajes. Curiosamente, pero podemos pensar que significativamente, no aparecen en él los miembros de la familia Mumin sino sus vecinos y amigos, tan singulares, que van a su casa porque recuerdan su afecto, su respeto y su calor familiar: eran «una familia, simplemente», piensa uno.

martes, 23 de abril de 2013

Querer es cuidar

La Pregunta del Elefante, de Kaatje Vermeire y Leen Van Den Berg, empieza diciendo que, «como cada año, todos subieron a lo alto de la colina», menos las tortugas porque la señora tortuga estaba enferma, que allí el elefante quería hacer una pregunta y que la hormiga, muy satisfecha de sí misma, era la encargada de dirigir la reunión. El elefante lanza su pregunta: ¿cómo se puede saber si se quiere a alguien? Y toda clase de seres —el ratón, Blancanieves, la piedra, la mar, las nubes, el vagabundo, el Manzano, el explorador, la abuela…— dan su respuesta. Al final, el elefante tiene ideas más que suficientes y se va corriendo mientras la hormiga se queda pensando que sólo se han dicho sandeces.

La historia no es tal vez muy coherente —sobre todo porque nada tiene que ver lo que puedan responder a la pregunta seres tan distintos— pero tiene simpatía y, sobre todo, un buen final y una buena respuesta que remiten al comienzo. Las ilustraciones son ricas, tienen un punto de extrañeza, y están bien compuestas. Tienen unos tonos apagados que, durante la primera lectura, pensé que no eran los apropiados. Sin embargo, luego concluí que tales tonos, igual que la variedad de técnicas para confeccionar las ilustraciones, se corresponden bien tanto con el tipo de relato como con el tumulto embarullado de tantos seres diferentes juntos. Pero, sobre todo, porque así se sortea la blandenguería cursi o los guiños impropios (dado el género y dados los destinatarios naturales) que aparecen en otros álbumes cuando tratan esta cuestión.

Kaatje Vermeire. La Pregunta del Elefante (De vraag, van olifant, 2011). Texto de Leen Van Den Berg. Granada: Barbara Fiore, 2012; 28 pp.; trad. de Goedele De Sterck; ISBN: 978-84-15208-23-5.

lunes, 22 de abril de 2013

Difíciles de resistir

¡Oh no, Lucas!, de Chris Haugthon, podríamos alinearlo con, por ejemplo, Harry el perrito sucio, pues, como él, habla bien al lector pequeño de orden y limpieza por medio de un personaje interpuesto. Un niño, Quique, deja solo en casa a su perro, Lucas y, antes de irse le pregunta «¿Te vas a portar bien?», y Lucas asiente y dice que será muy bueno. Y desde ahí asistimos, en secuencias de dos dobles páginas, a las tentaciones irresistibles que asaltarán a Lucas: una tarta, un gato, una maceta...

Alternan las dobles páginas sangradas, las de la vida real, y las que llevan marco, las de Lucas portándose mal, como si fueran un paréntesis en el que Lucas no fuera él mismo. Se provoca bien el deseo de pasar la página: después de cada tentación vemos a Lucas mirando al lector mientras hay una pregunta en el aire: «¿Qué hará Lucas?». Las figuras esquemáticas, o minimalistas, son simpáticas y transmiten bien el mundo “interior” del personaje.

Chris Haughton. ¡Oh no, Lucas! (Oh, no, George!, 2012). Santander: Pepa Montano - Milrazones, 2012; 34 pp.; trad. de Jesús Ortiz Pérez del Molino; ISBN: 978-84-937552-9-4.

domingo, 21 de abril de 2013

Amargo pero no malo

Añado dos cuentecillos jasídicos más de Martin Buber, estos del libro titulado Los maestros continuadores.

En el infierno

«El rabí de Apt dijo a Dios: “Señor del mundo, sé que no tengo virtud ni mérito por los cuales después de mi muerte puedas enviarme al paraíso con los justos. Pero si piensas arrojarme al infierno entre los malhechores, recuerda por favor que no puedo llevarme bien con ellos. Por lo cual te pido que saques a todos los perversos del infierno, de modo que puedas enviarme allí”».

Amargo, no malo

«Enseñó el rabí de Kobryn: Cuando un hombre sufre no debería decir: “¡Esto es malo! ¡Esto es malo!” Nada de lo que Dios impone al hombre es malo. Pero es justo decir: “¡Esto es amargo!” Porque entre las medicinas hay algunas que están hechas con hierbas amargas».

Martin Buber. Cuentos jasídicos: los maestros continuadores (Die Erzäblungen der Chassidim, 1949). Barcelona: Paidós, 1994 y 1996, 2ª reimpr.; dos volúmenes, 171 y 205 pp.; col. Paidos Orientalia; trad. de Salomón Merener, revisión de Marshall T. Meyer; ISBN: 84-7509-216-0 y 84-7509-213-6.

sábado, 20 de abril de 2013

Las consecuencias de las ideas

En la voz de Dostoievski hay ya un resumen del argumento y un comentario a Crimen y castigo. A ellos —siguiendo ideas que desarrolla Joseph Frank—, se puede añadir que, con esa novela, Dostoievski pretendía explorar las deficiencias filosóficas y morales de la ideología progresista-radical que él mismo había aceptado en el pasado. Para eso va mostrando las distintas fases de las motivaciones de Raskolnikov, para llevarle a él y a los lectores a comprender las contradicciones internas de las ideas en las que creía y para comprobar, al final, que su conciencia lo castigará más severamente que la más dura ley: «lo que debes hacer es aceptar el sufrimiento y redimirte por él», le dice Sonia, y cuando él se niega, ella insiste: «Entonces, ¿cómo vas a vivir, di, cómo vas a vivir con ese peso encima? (...) ¿Cómo vas a soportar ese tormento? Y para toda la vida, ¿te das cuenta?, para toda la vida».

El misterio que la novela resuelve está en el entramado de motivos del asesino que, al final, cobra conciencia de que el propósito moral que lo inspiró ni mucho menos explica su conducta. En esta búsqueda está el suspense del relato, similar al de la búsqueda de un culpable, pero que así es más profundo y, por supuesto, moralmente mucho más complejo. La narración progresa con una sucesión de acusaciones erróneas o de justificaciones con las que Dostoievski, aparte de avivar el interés del lector, consigue contrastes que tienen importancia temática —uno sencillo, por ejemplo, es cuando dice Raskolnikov: «Yo sólo maté a un piojo, Sonia. Un piojo asqueroso, inútil, maligno»; y contesta Sonia: «¿Piojo un ser humano?»—. Todo ese avance hacia la autocomprensión de Raskolnikov, debido a los interrogatorios del magistrado Porfiry Petrovich, le permite al autor integrar en la narración las ideas de cómo se debe leer su novela, es decir, proporcionar «una hermenéutica de su interpretación, que es parte integral de su tema antirradical y que muestra la fe de Dostoievski, frecuentemente expresada, en la importancia de las ideas y en su capacidad de influir sobre la conducta humana».

viernes, 19 de abril de 2013

Arrepentimiento y sacrificio

El insólito peregrinaje de Harold Fry, de Rachel Joyce, se lee con interés: es una novela bien escrita, que tiene calidez. Cuenta el viaje a pie, de más de mil kilómetros, de Harold Fry, un hombre de 65 años. Lo empieza, sin haberlo pensado antes y sin equipo apropiado, después de haber recibido una carta de Queenie, una antigua compañera de trabajo, que tiene un cáncer avanzado y está hospitalizada en un pueblo al norte de Inglaterra, con la que se siente en deuda. Cuando sale a poner la respuesta en el buzón decide continuar andando con el pensamiento de que, mientras continúe su marcha, Queenie no morirá. A lo largo del viaje recordará toda su vida, repasará su insatisfactoria juventud, su frustrante convivencia con su mujer, sus relaciones rotas con su hijo, y tendrá la oportunidad de conocer a mucha gente que, al conocer su peregrinación, se sentirán conmovidos. Al modo de Forrest Gump, habrá un momento en que los medios de comunicación hablarán de su viaje y se le unirán todo tipo de acompañantes, una parte de la historia francamente floja y que desentona del resto.

Aceptadas las improbabilidades, que son muchas, lo mejor de la novela es el desvelamiento progresivo de los problemas de los personajes y los distintos reconocimientos de culpas de cada uno: Harold acaba ganándose al lector. Lo importante, sin embargo,es el núcleo de la historia: cómo puede cambiar la vida un impulso sincero de poner en claro el pasado, unido con el necesario arrepentimiento y unos actos de sacrificio que se viven como reparación de aquello que se hizo mal; cómo, con esos presupuestos de sinceridad interior, no importa tanto que, para obrar así, las razones que a uno le mueven (lo que en la novela se llama «fe») no sean verdaderas, como el protagonista descubre al final; y cómo, la generosidad de uno puede mover a otros. Se podría decir, también, que todo eso lo propicia el ponerse a uno mismo en una situación que permita la reflexión, que rompa las comodidades y rutinas habituales, que facilite abrirse a las necesidades y problemas de los demás lo que siempre relativiza los propios, etc. Algo así como hacer un Camino de Santiago sin ninguna clase de referencia religiosa y con el afán último de perdonarse uno a sí mismo y de tener una visión más comprensiva de los demás...

Rachel Joyce. El insólito peregrinaje de Harold Fry (The Unlikely Prilgrimaje of Harold Fry, 2012). Barcelona: Salamandra, 2012; 330 pp.; trad. de Rita da Costa; ISBN: 978-84-9838-480-2.

jueves, 18 de abril de 2013

miércoles, 17 de abril de 2013

Viaje por Orbona

Hace unas semanas vi esta foto de un oso de agua y me quedé con el enlace para ponerlo cuando hablara de En busca de WondLa, una simpática y bien construida novela de Tony DiTerlizzi. El motivo es que un oso de agua gigante es uno de los acompañantes de la protagonista en su peligroso viaje por el curioso planeta Orbona.

martes, 16 de abril de 2013

Rivalidad y reconciliación

Otro álbum que, con un planteamiento distinto, habla también de rivalidad y reconciliación: Cuando no estás aquí, de María Hergueta. Es un relato de los que, más que contar una historia, ponen de manifiesto un aspecto del mundo interior de un personaje. El niño narrador, al que vemos en las imágenes sucesivas, empieza con un «me gusta cuando no estás aquí» y luego va señalando las ventajas de que su hermana no esté. Pero, luego, en las escenas de la segunda parte del álbum, va indicando cómo todo es mucho más aburrido cuando ella no está. El planteamiento argumental es eficaz para poner de manifiesto el vaivén anímico del niño narrador. Los dibujos y las composiciones son excelentes, en sí mismas, y como vehículo para transmitir los sentimientos del niño protagonista.

María Hergueta. Cuando no estás aquí (2012). Madrid: El Jinete Azul, 2012; 32 pp.; ISBN: 978-84-939213-2-3.

lunes, 15 de abril de 2013

Imitación y rivalidad

Flora y el flamenco, de Molly Idle, una ilustradora que ha trabajado años en estudios de animación, es un estupendo álbum sin palabras que presenta bien una pequeña historia de amistad. En cada doble página vemos a un flamenco en la izquierda y a una niña gordita en la derecha que intenta replicar sus movimientos como de pasos de ballet. Pero el flamenco se da cuenta y, por las miradas que echa a Flora, se ve que no le gusta nada y Flora se intimida un poco.

Las ilustraciones están bien compuestas y contienen sólo, sobre fondo blanco, las figuras de las protagonistas. Las dos son realistas y tienen unas caras expresivas que reflejan bien los sentimientos que van teniendo según avanza su juego de imitación y rivalidad. El álbum tiene la originalidad de que muchas figuras son, en realidad, dos: la que se ve primero, que va sobre una solapa, y la que, al levantarse la solapa, presenta un segundo momento de la acción.

Molly Idle. Flora y el flamenco (Flora and the Flamingo, 2013). Granada: Barbara Fiore, 2012; 32 pp. con desplegables; ISBN: 978-84-15208-23-5.

domingo, 14 de abril de 2013

La pregunta de las preguntas

Ya que recordé, hace unos días, los Cuentos jasídicos de Martin Buber, pongo dos textos breves más, tomados del libro titulado Los primeros maestros:

Lo peor

«Rabí Shlomó preguntó: “¿Cuál es la peor cosa que la inclinación al mal puede lograr?” Y él mismo respondió: “Hacer que el hombre olvide que es hijo de un rey”».

La pregunta de las preguntas

«Antes de su muerte, Rabí Zusia dijo: “En el mundo venidero no me preguntarán: ‘¿Por qué no fuiste Moisés?’ Me preguntarán: ‘¿Por qué no fuiste Zusia?’”».

Martin Buber. Cuentos jasídicos: los primeros maestros (Die Erzäblungen der Chassidim, 1949). Barcelona: Paidós, 1993; dos volúmenes, 242 y 187 pp.; col. Paidos Orientalia; trad. de Ana Mª G. de Cantor y de Luis Justo, revisión de Marshall T. Meyer; ISBN: 84-7509-918-1 y 84-7509-919-X.

sábado, 13 de abril de 2013

Sin un patrón moral

El jugador es una novela corta y ramificada de Dostoievski que se sitúa en la imaginaria ciudad de Roulettenbourg, Alemania. El narrador, Alexei, es el tutor de los hijos de un antiguo general ruso que vive a la espera de que muera su anciana tía para heredarla y así poder pagar sus deudas y casarse. Pero la tía, conocida como la Abuela, llega y, asombrosamente, se aficiona al juego y pide que Alexei sea su guía. Otro hilo es que Alexei está enamorado de Polina, la distante hija mayor del general, y que se hace amigo de un inglés que también está muy atento a Polina. El narrador, impulsado por distintos motivos, a veces se comporta de forma insolente. Según avanza la historia se acaba enviciando con el juego con rachas de fortuna y de pérdidas.

El estilo que aquí adopta Dostoievski de comedia social satírica hace que la narración no se pueda interpretar biográficamente, por más que recoja experiencias personales. De todos modos, a través de la forma en que el narrador en primera persona —que no es del todo digno de confianza pues no controla en absoluto sus emociones—, trata de modo calumnioso a los exiliados polacos sí parecen traslucirse algunas ideas un tanto xenófobas de Dostoievski. Fue una novela corta completada con prisa porque, cuando la escribió, estaba apurado por unas deudas contraídas en el juego y necesitaba el dinero que le pagarían. También fue un relato dictado a una taquígrafa recién contratada, Anna Grigorievna Snitkina, que meses después se convertiría en su segunda esposa.

Estas circunstancias influyen en que la narración sea rápida y en que su autor, más que construir un relato bien armado, desease principalmente reflejar el vaivén interior de las sensaciones del jugador, al sentir los escalofríos del riesgo y el vértigo de ganar y perder. El relato es intenso y tiene momentos formidables como, en concreto, la irrupción de la Abuela en la ciudad y en los casinos. Y su protagonista, igual que harán otros de las novelas posteriores del autor, dice al lector: ««una cosa sí haré notar: que últimamente me ha sido —no sé por qué— profundamente repulsivo ajustar mi conducta y mis pensamientos a cualquier género de patrón moral».

Fiódor Dostoievski. El jugador (Игрок, 1866). Madrid: Alianza, 1993, 4ª reimpr.; 180 pp.; col. El libro de bolsillo; trad. de Juan López-Morillas; ISBN: 978-84-206-9238-8. Nueva edición en 2011; 224 pp.; col. Biblioteca Dostoyevski; ISBN: 978-84-206-4194-2.

viernes, 12 de abril de 2013

Una narración elegíaca

Verano en English Creek, de Ivan Doig, es una novela semejante a Una temporada para silbar en muchas cosas, pero es menos tensa. Se ambienta en Montana. El narrador, Jick McCaskill, recuerda lo que ocurrió el verano de 1939, cuando tenía casi quince años. Su padre es guarda forestal. Jick le acompaña en algunas tareas y se ocupa de otras por su cuenta, unas que le gustan más y otras más arduas. Ese verano comienza cuando su hermano mayor rompe con sus padres porque desea casarse y no ir a la Universidad. Jick lidia como puede con la desazón de sus padres mientras ha de ayudar en distintas ocupaciones agrícolas, ganaderas y forestales, que se describen con detalle. Su relato termina, después de un incendio devastador donde Jick termina de hacerse cargo del pasado de su padre, justo cuando llega la noticia de que había comenzado la segunda Guerra Mundial. Al final añade un resumen de todo lo que ocurrió después a los personajes que mencionó en su historia.

Excelente narración, calmada y reflexiva, entusiasta y bienhumorada, pero también elegíaca, se ve que alimentada por las experiencias personales del autor. Hay descripciones del trabajo propio de un rancho de aquella época y lugar —esquilar, rastrillar, apilar heno para formar almiares, etc.—, y de cómo transcurría entonces la vida social, con su celebración popular anual del Cuatro de Julio, las vicisitudes de un rodeo, etc. Los personajes están bien dibujados, en especial la madre de Jick, amable pero «capaz de decirte la hora y hacer que te preguntaras cómo te habías atrevido a preguntar nada». Abundan los momentos que narran las preguntas interiores y los sentimientos de un chico que crece: «Cuando uno tiene catorce años, aprovecha todas las oportunidades que se le presentan en la vida mientras intenta mantener un semblante que oscila entre un “¡Por fin!” y un “¿Lo dices en serio?”». También son muchas las escenas magníficas, algunas muy cinematográficas: «un jinete coronando aquel promontorio de la carretera, con aquella línea del horizonte al este bajo su figura como si saliera directamente del cielo, y su silueta y la de su caballo avanzando lentamente pendiente abajo…»

Ivan Doig. Verano en English Creek (English Creek, 1984). Barcelona: Libros del Asteroide, 2013; 490 pp.; trad. de Vanesa Casanova; ISBN: 978-84-15625-24-7.

jueves, 11 de abril de 2013

Un libro peculiar pero no tanto

Un libro que, al principio, parece distinto y luego no lo es tanto: El hogar de Miss Peregrine para niños peculiares, de Ramson Riggs. Parece distinto por las fotografías extrañas, que tienen un toque horripilante, y por las historias raras con las que comienza; luego uno teme que sea un relato más de niños perseguidos por nazis que sobreviven todavía; pero, finalmente, termina siendo una novela de las que plantean una lucha cósmica que tiene lugar a nuestro alrededor —como por ejemplo, Fablehaven—, y de las que hablan de mundos paralelos que se originaron en determinados momentos y lugares de la historia —como por ejemplo, la excelente serie Los mundos de Chrestomanci—.

Florida. A Jacob, dieciséis años, su abuelo siempre le contaba relatos raros del pasado y le mostraba fotos curiosas. Cuando muere de una forma sospechosa, Jacob encuentra pistas que le llevan a una isla olvidada de Gales donde su abuelo estuvo de niño en un orfanato. Convence a sus padres, con ayuda del psiquiatra, de que le manden allí un verano y, en sus investigaciones, descubre los motivos del comportamiento de su abuelo: al acudir a un orfanato abandonado averigua que hay en marcha una gran pelea cósmica entre los niños peculiares (los de aquel orfanato y de otros lugares) y los espíritus huecos.

La novela está bien escrita e intriga. No hay duda de que es un excelente debut. El apoyo en fotos antiguas extrañas le da un toque de originalidad, pero el hecho de que, según parece, el autor haya creado la historia a partir de fotos ya existentes, algo muy elogiado, no hace ni mejor ni peor la novela. La voz narrativa, de adolescente un poco rebotado, resulta convincente al principio y no tanto cuando la novela progresa y ya tenemos explicaciones para los misterios del principio, pues entonces todo entra ya en los cauces habituales de un subgénero donde todo puede ocurrir y, por tanto, nada puede sorprender. Una norma básica de los viajeros en el tiempo de las novelas de ciencia-ficción del pasado era la de que tenías que tener cuidado con no matar a tu abuelo: en este caso, aunque la historia no ha terminado y continuará en entregas sucesivas (una moda que considero una peste), la principal amiga del héroe acaba siendo la que fue gran amiga de su abuelo…

Ramson Riggs. El hogar de Miss Peregrine para niños peculiares (Miss Peregrine’s Home for Peculiar Children, 2011). Barcelona: Noguer, 2012; 411 pp.; trad. de Gemma Gallart; ISBN: 978-84-279-0030-1.

miércoles, 10 de abril de 2013

Carrusel enloquecido

Nicolás San Norte y la batalla contra el rey de las pesadillas y Conejo de Pascua y su ejército en el centro de la Tierra, de William Joyce, son dos libros cuyo planteamiento básico es que algunos personajes (mucho antes de ser lo que son hoy) libraron una gran batalla contra el Rey de las Pesadillas y aquellos que amenazan la tranquilidad de los niños. En el primero, el mago Ombric gobierna el pueblo de Santoff Claussen, al este de Siberia, cuyos niños no habían conocido nunca el miedo y la maldad; allí acaba el más famoso bandido, Nicolás San Norte, que se hace muy amigo de una niña lista llamada Katherine; y, juntos (y con más ayudas de seres singulares), hacen frente al Rey de las Pesadillas y sus ejércitos. En el segundo se repite la pelea pero ahora juega un papel especial un Conejo de Pascua interestelar de dos metros de altura con su ejércitos de huevos de pascua…

En lo formal hay que decir que la edición es cómoda de leer y las ilustraciones, que son dibujos de los personajes, son excelentes. También, no hay dudas de la gran imaginación del autor para crear personajes que son atractivos y para hilar un relato de acción donde van sucediéndose un peligro tras otro. Luego, la narración, a base de frases cortas, es clara y se sigue bien, aunque haya insistencias y frases enfáticas vacías como: «Miró a Katherine con intensidad. Ella le entendió al instante» (pero, lógicamente, el lector no); o «La rabia de Sombra se agudizó hasta volverse mortalmente afilada» (pero, ¿no bastaría «La rabia de Sombra se agudizó»?). Hay frases que podemos aceptar, como esta de Ombric a Norte: «ya sabes, una ensoñación usada correctamente puede ser la mayor fuerza del universo. Sólo hace falta soñar la libertad para empezar a romper el conjuro de la esclavitud»; pero hay otras que no pueden ser la base de ninguna historia donde la magia está presente, como «El verdadero poder de la magia está en tener fe. Todos los conjuros empezaban así: “Tengo fe. Tengo fe. Tengo fe”»: esto no es fe sino wishful thinking, «pensar con el deseo», algo muy diferente.

Pero, sobre todo, los relatos revelan una gran falta de contención, como si sus autores hubieran querido meter de todo y a todos en su interior: se les puede aplicar la descripción que me han hecho de la película correspondiente, la de que es «un carrusel enloquecido». Como a muchos relatos de fantasía de ahora se les puede reprochar también que tienen unos cimientos muy endebles: se apoyan en imágenes y en personajes que a los niños les suenan pero cuyos orígenes y significados desconocen; esto se ve bien si comprobamos que, a quienes conocen las historias originales, o que dan sentido a las tradiciones navideñas, estos relatos les parecen verdaderas tonterías.

William Joyce y Laura Geringer. Nicolás San Norte: y la batalla contra el rey de las pesadillas (Nicholas St. North and the Battle of the Nightmare King, 2011). Barcelona: Bambú, 2012; 238 pp.; ilust. de William Joyce; trad. de Arturo Peral; ISBN: 978-84-8343-242-6.
William Joyce. Conejo de Pascua: y su ejército en el centro de la Tierra (E. Aster Bunnymund and the Warrior Eggs at the Earth’s Core, 2012). Barcelona: Bambú, 2012; 261 pp.; ilust. de William Joyce; trad. de Arturo Peral; ISBN: 978-84-8343-243-3.

martes, 9 de abril de 2013

Raro y aplaudido

El coche de bomberos ligeramente defectuoso, un premiado cuento-álbum de principios de los setenta, está firmado por Donald Barthelme, un escritor prestigioso que decidió publicar un relato infantil, se dice que con la colaboración de su hija. La historia tiene lugar en 1887. La protagonista es una niña llamada Mathilda que hace un viaje a lo Alicia o a lo Dorothy conducida por un curioso geniecillo. Las ilustraciones son láminas de 1887 más o menos conectadas con lo que se cuenta.

Es difícil deslindar las razones por las que una historia como esta recibió tantos elogios. Supongo que, aparte de otros motivos, el hecho de que el autor hubiera ganado premios literarios importantes influyó: desde fuera de la LIJ por quienes son tan tontos que piensan un «por fin un autor serio escribe un relato infantil inteligente»; desde dentro de la LIJ por quienes están acomplejados y se sienten honrados porque un autor con vitola de moderno publique también LIJ.

¿Indica talento?: sí, el relato tiene momentos de ingenio y está bien escrito. ¿Hubiera tenido éxito si el escritor no fuera quién era?: no, a nadie normal le hubieran dado la posibilidad de publicar un relato así. ¿Tienen interés los grabados que acompañan la narración? No mucho, la verdad; para niños, cero; para ciertos adultos —no sé, los interesados en grabados decimonónicos, los entusiastas de los experimentos editoriales, supongo que también los que fuman cosas raras, etc.—, algo (pero, con todo, mucho dinero te tiene que sobrar, o muy curioso tienes que ser, para comprar un libro por esos grabados). ¿Puede durar el libro en la consideración de algunos críticos?: sí, es el único lugar en el que puede hacerlo; bueno, y tal vez en tesis doctorales sobre el autor.

Donald Barthelme. El coche de bomberos ligeramente defectuoso o El geniecillo de aquí para allá (The Slightly Irregular Fire Engine or the hithering thithering djinn, 1971). Madrid: Narval, 2012; 32 pp.; trad. de Javier Lago; ISBN: 978-84-939984-2-4.

lunes, 8 de abril de 2013

Ánimo cambiante

¿Cómo te sientes? es un álbum sencillo para lo que suele ser habitual en Anthony Browne. En sucesivas imágenes vemos a su protagonista en distintos estados de ánimo: aburrido, solo, contento, triste, enfadado, culpable, curioso, sorprendido, confiado, vergonzoso, preocupado, bobo, hambriento, lleno, somnoliento… Está siempre vestido igual y cambian su tamaño, su posición, el color del fondo, los gestos de la cara y las posturas, los contrastes con el mobiliario o con alguna otra figura (un oso de peluche, un muñeco pintado…).

De lo dicho se deduce que no hay historia sino escenas que servirán al lector para sintonizar o no con Willy, si es Willy, o uno de sus hermanos. Tal vez los entusiastas de Browne se sientan un poco decepcionados por la falta de guiños o subtextos pero, al menos en mi opinión, la claridad del álbum es la propia de alguien que domina bien todos los recursos del género y que no se siente obligado más que a contentar a los lectores pequeños, aunque tal vez a ellos se les escapen algunos sentimientos tal como están formulados. El papel que los álbumes pueden jugar a la hora de aumentar la capacidad de comprender los sentimientos propios y ajenos queda también claro.

Anthony Browne. ¿Cómo te sientes? (How do you feel?, 2011). Pontevedra: Kalandraka, 2012; 27 pp.; col. Libros para soñar; trad. de Silvia Pérez Tato; ISBN: 978-84-92608-08-9.

domingo, 7 de abril de 2013

Pensar lo que se hace

En Juegos en el polvorín hablé de Más brillante que mil soles, de Robert Jungk, donde se sostiene que Heisenberg hizo lo posible para dar la impresión, a las autoridades de su país, de que intentaba llevar adelante el programa nuclear alemán pero, al mismo tiempo, impidió que progresara lo suficiente para fabricar la bomba. Parece ser que Jungk, pasado el tiempo, cambió un poco de opinión en relación al papel de Heisenberg, según dice Michael Frayn en la Posdata explicativa que le puso a su obra teatral Copenhague.

Esta obra, confeccionada con mucho cuidado, plantea un diálogo entre tres personas: Niels Bohr, su mujer Margrethe, y Heisenberg. Los tres, más allá de la muerte, recuerdan lo sucedido en la conversación misteriosa que tuvieron Bohr y Heinsenberg el año 1941, de la que luego circularon distintas versiones: si Heisenberg fue a ver a Bohr porque quería sonsacarle información sobre la fisión o sobre el programa nuclear de los aliados; si fue porque quería convencerle de que en Alemania no había programa nuclear; si fue porque quería reclutarle para trabajar para ellos… Como era de esperar, la obra no resuelve nada y únicamente se centra en presentar los distintos argumentos de cada lado y en exponer los hechos conocidos: la idea del autor no es más que poner delante del espectador-lector el dilema moral de los científicos, y hacer notar también cómo, después de sucedidos los hechos, la memoria suele jugar siempre a favor de uno mismo.

En cualquier caso, es más que interesante el apunte de que Bohr siempre inspiró respeto, aunque de hecho participó en la preparación de una bomba que luego se utilizó, y que Heisenberg inspiró rechazo a muchos —que le negaron el saludo después de la guerra— por más que, de hecho, no la fabricó. En la documentada posdata de Frayn también se señalan los motivos de la posición ambigua de Heisenberg: no podía reconocer que no había querido llegar hasta el final, para no quedar en su país como culpable, ni tampoco reconocer que no lo había conseguido, para no quedar como incompetente ante sus colegas. Aunque algunos diálogos requieren estar en antecedentes, la obra se puede seguir con cierta facilidad y se ve cómo hay golpes dialécticos en ambas direcciones —de Heisenberg el rápido de mente, y de Bohr el reflexivo— o, si se quiere, en una sola dirección: la de pensar bien las consecuencias de lo que uno hace.

Un ejemplo:
H: Yo no necesito detenerme para pensar.
B: Por eso justamente es criticable parte de tu trabajo.
H: Yo siempre llegaba a dónde quería.
B: Sin importarte lo que destruyes en tu camino. Siempre y cuando las matemáticas funcionen, tú satisfecho.
H: Si las matemáticas funcionan, todo funciona.

Otro ejemplo:
B: Tú sabes por qué los aliados trabajaron en la bomba.
H: Por miedo. Igual que nosotros. ¡Y tú podías habérselo dicho!
B: ¿Pero dicho qué?
H: Que se detuvieran…

Frayn, Michael. Copenhague (Copenhaguen, 1998). Madrid: Centro Cultural del la Villa de Madrid, 2003; 149 pp.; versión de Charo Solanas; ISBN: 84-88406-50-9.

sábado, 6 de abril de 2013

Un idealismo profético

Después de haber pintado, en sus relatos previos, a funcionarios como Projarchin o Goliadkin, Dostoievski retrata otro más, de distinto tipo, en El cocodrilo, un cuento satírico inconcluso que se puede considerar un precedente de  Kafka por su denuncia de la burocracia. El narrador dice lo que le ocurrió a su amigo, Ivan Matveich, cuando, en una especie de feria, un cocodrilo que había allí, se lo traga. La curiosa evolución de los acontecimientos es que ni el narrador ni la esposa de su amigo consiguen llegar a un acuerdo con el propietario alemán del cocodrilo para liberar a Matveich, y que, además, él decide quedarse a vivir en su interior y seguir trabajando como funcionario desde allí.

Si algunas de las historias anteriores de Dostoievski transcurrían en un mundo un tanto alucinado, en ninguna como en esta había recurrido a una fantasía tan grotesca, o a un realismo fantástico si se quiere, un subgénero que cultivará más en relatos posteriores. Decía Dostoievski que tenía «una concepción de la realidad y del realismo totalmente distinta de la de nuestros novelistas y críticos», y reivindicaba su idealismo como más real que el realismo de algunos críticos, que «no puede iluminar una centésima parte de los hechos que son reales y que están ocurriendo». En cambio, señalaba con satisfacción, «con nuestro idealismo hemos predicho los hechos».

En Diario de un escritor, Dostoievski desmiente la interpretación que algunos hicieron de esta historia: la de que intentase hablar alegóricamente de un personaje que acababa de ser deportado, de forma que el cocodrilo representaba a Siberia y el funcionario sería ese personaje. Algunos, decía Dostoievski, «concluyeron que yo, que también había sido deportado y presidiario, me alegraba de la deportación de otro desdichado», algo que ni por asomo había pensado. Lo que sí deseaba criticar era, dice Joseph Frank, «la inhumanidad derivada de las “leyes de la economía”», que presenta como endémicas en la derecha y en la izquierda pues implícitamente identifica las dos en El cocodrilo, «mostrando al progresista Iván Matvéich aceptando la misma doctrina que el capitalista Ignaty Prokófich».

El relato no es consistente porque su autor no hace ningún intento por dar verosimilitud psicológica a sus personajes y a sus relaciones, más bien superficiales. Sin embargo, al mostrar cómo los objetivos humanitarios del amigo tropiezan con las ideas del burócrata convencido por el capitalista, y cómo estos dos hacen que la lógica de la utilidad triunfe por encima de las necesidades de un ser humano, Dostoievski adelanta en este relato una de las discusiones ideológicas cruciales de Crimen y castigo, donde el nihilista Raskolnikov reconoce la similitud de sus propias ideas utilitarias, que le han conducido al asesinato, con las del defensor del capitalismo, Luzhin.

Fiódor Dostoievski. El cocodrilo (Крокодил, 1865), en Cuentos. Madrid: Siruela, 2007; 520 pp.; col. Libros del Tiempo; edición y trad. de Bela Martinova; ISBN: 978-84-9841-086-0. Nueva edición en Madrid: Gadir, 2012; 108 pp.; col. El Bosque Viejo; ilust. de Eugenia Ábalos; trad. de Enrique Moya; ISBN: 978-8494044144.

viernes, 5 de abril de 2013

Muerte no es morir

Ya que llevo varios viernes poniendo notas que hablan de la muerte, pongo ahora «Muerte no es morir», un soneto de tono moral, que recuerda a Quevedo y a Teresa de Ávila, del poeta mexicano Joaquín Peñalosa. Figura en Río paisano, su único libro publicado en castellano hace poco tiempo.

«Si ya vas a venir, hazlo más tarde,
aunque mi luz apenas parpadea,
no es que a vivir me aferre, no es que crea
que convertirme en polvo me acobarde.

En mi invierno, el jardín florece y arde
y, a pesar de mi noche, el sol flamea;
deja que se retarde tu tarea,
deja mi río y que tu mar aguarde.

Pero si no seré jamás lo que persigo,
si del árbol de ayer quedó una astilla,
a qué esperar la muerte tan sencilla.

Mi llaga en paz y mi cizaña en trigo,
Dios besó al pecador en la mejilla,
y muerte no es morir si estoy contigo».

Joaquín Antonio Peñalosa. Río Paisano (Poemas de 1998 y 1999, edición en 2011). Sevilla: Fundación Altair, 2011; 99 pp.; edición de Fernando Arredondo; ISBN: 978-84-938675-4-6.

jueves, 4 de abril de 2013

Territorios movedizos

Una inteligente y bien escrita novela sobre niños, de hace unos años: Juego de espías, de Michael Frayn. De esos relatos que presentan el mundo interior de un chico justo en los momentos en que tiene una clara conciencia de que se adentra en territorios movedizos.

miércoles, 3 de abril de 2013

Viaje de fantasía

Un viaje de fantasía más, que destaca por su calidad literaria, es Los ojos de Amy, de Richard Kennedy. Se puede leer en bibliotecas.

martes, 2 de abril de 2013

Un álbum distinto

Para citar ejemplos de álbumes que tratan bien la cuestión de la emigración, a Emigrantes habrá que sumarle, a partir de ahora, Migrar, de los mexicanos Javier Martínez Pedro y José Manuel Mateo, un álbum extraordinario.

Un narrador niño, en primera persona, habla primero de su vida en el pueblo; luego, de que los hombres se van y su padre también; después, de que cuando su padre deja de mandar dinero, su madre y él se marchan, en un tren atestado, hasta la frontera con los Estados Unidos; y, por último, de que atraviesan el paso fronterizo y llegan a Los Ángeles.

El formato es inusual: las páginas se leen en horizontal y se despliegan en acordeón hasta formar una única imagen donde, de arriba a abajo, se presenta la misma historia que se cuenta en unos textos cortos colocados, a la izquierda, en una franja blanca. El ilustrador trabajó en papel amate, según las tradiciones de su pueblo. Es un álbum en el que los lectores pueden invertir mucho tiempo mirando con cuidado todos los detalles que enriquecen el relato y reflexionando sobre la historia.

Javier Martínez Pedro. Migrar (2011). Texto de José Manuel Mateo. Pontevedra: Faktoria K, 2012; libro acordeón de 20 pp.; ISBN: 978-84-15250-38-8.

lunes, 1 de abril de 2013

Intentos de impedir lo inevitable

Te desafío a no bostezar, de Serge Bloch y Hélène Boudreau, es un álbum bedtime como, por ejemplo, The Napping House o, más parecido aún, El gran bostezo. El narrador advierte a los lectores de los peligros de ponerse a bostezar por la noche…, sobre todo porque te pueden mandar a la cama.

Las ilustraciones, con figuras graciosas y eficaces, están bien compuestas, como todo lo que firma el ilustrador. La narración es simpática. Alguien me hizo notar la impropiedad del título, al menos en castellano, si pensamos en que es el niño quien lo pronuncia: sólo uno muy redicho emplearía esa expresión.

Serge Bloch. Te desafío a no bostezar (I Dare You Not to Yawn, 2013). Texto de Hélène Boudreau. Granada: Barbara Fiore, 2013; 32 pp.; trad. de Carles Andreu y Albert Vitó; ISBN: 978-84-15208-23-5.