jueves, 28 de febrero de 2013

Astrónomos listos

La Nube negra fue la primera novela de Fred Hoyle, un respetado astrónomo. En el prólogo, indica Miquel Barceló que, en esta y en otras novelas suyas, «la parte científica está tan brillantemente expuesta y trabajada que han llegado a ser utilizadas como libros de lectura complementaria en los cursos de astronomía de las universidades anglosajonas».

El relato empieza con que unos astrónomos estadounidenses descubren una misteriosa nube que se aproxima a la Tierra y, días más tarde, unos británicos también deducen que algo está ocurriendo. Se reúnen los dos equipos y averiguan que la enorme nube llegará al cabo de un año y medio y se interpondrá entre el Sol y la Tierra por lo que, al menos durante un mes, la Tierra no recibirá la luz del sol. El astrónomo inglés que lleva la voz cantante, Kingsley, se las arregla para que su gobierno prepare unas instalaciones especiales desde donde un equipo seleccionado por él observará los acontecimientos y les informará.

La historia se desarrolla, paso a paso, por medio de unos diálogos intensos y con unas explicaciones  claras sobre lo que ocurre y lo que, previsiblemente, puede suceder. Toda la primera parte resulta magnífica. La segunda, aun cuando la construcción narrativa y las conversaciones entre los protagonistas tienen igual altura, ya es más difícil de aceptar: el narrador lo sabe ya que, de hecho, «cuando Kingsley expone su hipótesis sobre la nube, un científico dice que es una idea ridícula y otro dice: “Esto pasa por leer ciencia-ficción”». La novela tiene un punto de reinvidicación de la limpieza de los científicos frente a la torpeza de los políticos que resulta poco equilibrada, no por las críticas, que nos las podemos creer sin dificultad, sino por los elogios hacia los colegas del autor.

Son excelentes, además, toques incidentales como, por ejemplo, el momento en el que el Astrónomo Real británico y Kingsley, el protagonista, viajan en avión a Estados Unidos:
«Ambos sacaron libros para leer durante el viaje. Kingsley espió el libro del Astrónomo Real y vio una impresionante cubierta que representaba una pelea a tiros entre desesperados.
“Sólo el cielo sabe lo que va a leer después”, pensó Kingsley.
El Astrónomo real miró el libro de Kingsley y vio que era la Historia de Herodoto.
“Dios mío, después va a leer a Tucídides”, pensó el Astrónomo Real».

Fred Hoyle. La Nube negra (The Black Cloud, 1957). Barcelona: Ediciones B, 1988; 245 pp.; trad. de Gemma Carvajal; prólogo de Miquel Barceló; ISBN: 84-406-0164-6.

miércoles, 27 de febrero de 2013

Más complicado todavía

Si ayer hablaba de relatos sobre chicos en situaciones complicadas, el de la protagonista de Lejos del polvo, de Karen Hesse, es más dura todavía. La nueva edición de hace pocos meses es una oportunidad de conocerla: es una novelita excelente pero, eso sí, el lector ha de ir preparado para sufrir.

Situaciones difíciles

Hace poco he caído en la cuenta de que no había puesto aquí todavía datos de Peter Härtling, un autor con buenos libros sobre chicos en situaciones difíciles. De los que leí hace tiempo, los que más me gustaron fueron La abuela y Muletas, actualmente disponibles solo en bibliotecas, por lo que acabo de ver.

martes, 26 de febrero de 2013

Esculturas en papel

La edición de siete cuentos clásicos reunidos en Cuentos de princesasCenicienta, El príncipe rana, Las doce princesas bailarinas, La princesa y el guisante, Blancanieves, Rapunzel, La Bella Durmiente— puede ser la oportunidad para muchos de ver por primera vez algo del trabajo de Su Blackwell, una artista inglesa que fabrica «esculturas» en papel a partir de páginas de libros antiguos.

En esta edición, las versiones adaptadas de los cuentos están ilustradas con fotografías de obras de Blackwell realizadas por Tim Clinch cuidando con esmero la composición y la iluminación. Es sugerente que las estructuras en papel que prepara Blackwell se presenten, muchas veces, como saliendo de los mismos libros. Pero, eso sí, en este caso el libro no deja de ser un modo de avivar el deseo de ver las obras originales de la artista.

Cuentos de princesas: siete cuentos clásicos (The Fairytale Princess, 2012). Contiene: Cenicienta, El príncipe rana, Las doce princesas bailarinas, La princesa y el guisante, Blancanieves, Rapunzel, La Bella Durmiente. Ilustrado con esculturas en papel de Su Blackwell, fotografiadas por Tim Clinch. Adaptación de los textos de Wendy Jones. Madrid: SM, 2012; 94 pp.; trad. de Alejandra Freund Urrutia; ISBN: 978-84-675-5668-1.

lunes, 25 de febrero de 2013

Una vieja colección

Ojalá se volvieran a editar los álbumes de la vieja colección «Cuentos de la torre y la estrella». Entre otros, La princesa de Solimania, de Josef Paleček y Karel Čapek.

domingo, 24 de febrero de 2013

Lo que cuenta para el artista

Gombrich: «Cabría argumentar que lo que cuenta para el artista no es la adquisición de una habilidad, sino la expresión de sí mismo. La teoría del “expresionismo abstracto” se concentró, de hecho, en la marca del artista como un rasgo grafológico de su gesto espontáneo y único, que, con ello, se convirtió en un medio de “autodescubrimiento”. Pero como historiador me agradaría replicar que los problemas y valores del arte —incluidos también aquellos del expresionismo abstracto— han surgido de los problemas y valores del oficio. Es un hecho histórico que la mayoría de los grandes artistas de la tradición occidental se han visto envueltos en la solución de problemas más bien que en la expresión de su personalidad».

E. H. Gombrich. «Arte y autotrascendencia» (1969), Ideales e ídolos. Ensayos sobre los valores en la Historia y en el Arte (Ideals & Idols, 1979). Madrid: Debate, 2004, 2ª ed.; 224 pp.; trad. de Esteve Riambau i Saurí; ISBN: 84-8306-585-1.

sábado, 23 de febrero de 2013

Un narrador chismoso

El sueño del tío (o El sueño de tito en la traducción antigua que yo he leído), junto con Stepanchikovo y sus moradores, la escribió Dostoievski durante su estancia en Siberia y la publicó, a su regreso, en 1859, cuando le habían obligado a residir en Tver, una ciudad cincuenta kilómetros al norte de Moscú. Ambas novelas se asemejan en que tienen lugar en un ambiente provinciano, en que tienen personajes parecidos —tío, sobrino, alguien muy maniobrero en medio— y que su núcleo es intentar el arreglo de un matrimonio por interés. En este caso, el relato se sitúa en el pueblo de Mordásov. Está centrado en un viejo y rico príncipe, algo lelo, al que una mujer enredadora, Maria Aleksandrovna, convence para que se case con joven hija Zina. Esta, que de ninguna manera lo desea, primero acepta los planes de su madre pero luego tiene un arranque de honradez. Entretanto, un sobrino convence al anciano tío de que nunca se comprometió al matrimonio sino que sólo tuvo un sueño.

El autor no concedía mucho valor a esta novela, ni cuando la estaba escribiendo ni con el paso del tiempo. Sin embargo, Joseph Frank la reivindica por dos cosas: la creación de la locuaz Maria Aleksandrovna, una personalidad fuerte y dominante, y la de contar las cosas por medio de un nuevo tipo de narrador: el de un cronista chismoso e interesado en el rumor y la calumnia. Dostoievski emplearía de nuevo un narrador de la misma clase para Los demonios y Los hermanos Karamazóv pues vio que tenía la ventaja de que así podía poner los personajes principales en el medio de un cuadro de rumores, opiniones y difamaciones que realizan, hasta cierto punto, la función del coro griego.

El hecho de que sea una novela poco conseguida se nota, también, en que casi no hay ediciones en castellano. De hecho, para leerla he recurrido a la meritoria edición de las obras completas de Dostoievski que hizo Rafael Cansinos Assens en las primeras décadas del siglo XX. Gracias a eso, debo decir, he hecho un redescubrimiento valioso, tanto al leer los prólogos que Cansinos Assens puso a todas las obras de Dostoievski, donde se ve su profundo conocimiento del autor, como al comprobar que si las traducciones que hizo tienen defectos tienen también el sabor del buen castellano de su época.

Tanto los acentos propios de la traducción como la complicidad del narrador se pueden apreciar en el párrafo donde se inician los enredos: «…para contestar cumplidamente esas preguntas será preciso que entremos en casa de la propia María Aleksándrovna, adonde rendidamente suplicamos al respetado lector que nos siga. Algo temprano es todavía, pues apenas si habrán dado las diez; pero yo estoy seguro de que ella no habrá de darnos con la puerta en las narices a nosotros, que somos sus mejores amigos, sino que, lejos de eso, nos recibirá con todo agrado».

Fiódor Dostoievski. El sueño de tito (Дядюшкин сон, 1859), en Obras completas tomo I, Madrid: Aguilar, 1991; 96 pp. de 1369 pp.; introducción, trad. y breves prólogos a cada obra de Rafael Cansinos Assens; ISBN: 968-19-0140-1.

jueves, 21 de febrero de 2013

Difícil pedir más

La isla de Bowen, de César Mallorquí, es una novela de aventuras y de ciencia-ficción,  deudora en estilo y en contenidos de obras de Verne, Conan Doyle o Wells, compuesta con inteligencia y contada con amenidad. Difícil pedir más.

miércoles, 20 de febrero de 2013

Míralo fijamente a los ojos...

Después de A favor y en contra, añado un comentario más a los libros de Geronimo y Tea Stilton después de haber leído últimamente dos libros de la serie: La llamada de la selva y El secreto del valor. El primero es una recreación infantil y ratonil de la historia de Jack London (que, si levantara la cabeza y lo viera, se volvería a su tumba y nadie tendría ya la más mínima duda sobre si su muerte fue o no un suicidio). El segundo es un relato donde Geronimo recibe un mensaje por el cual debe inmediatamente ir al castillo de la familia Tenebrax y vencer todos sus miedos.

Del primer relato, poco que decir, salvo que a mí no me gusta nada un texto con perlas como esta: Buck «se concentró, recurrió a todas sus energías y… ¡ÑACA! Le mordió con fiereza la mano al desconocido». Al niño que le guste algo así yo no le impediría su lectura, claro está, pero (si me correspondiera e insistentemente me pidieran una opinión) sí le diría cosas a quien se lo compra o se lo da. Entre las positivas, que los relatos del pasado nos ayudan a conocer los enfoques de otra gente, a la que comprendemos no tanto cuando los leemos en relatos escritos ahora como cuando los dejamos explicarse a ellos mismos con sus propias palabras.

El segundo libro yo lo recomendaría a los adultos para que vean por qué los libros de Stilton son tan eficaces: están bien hechos, tienen ilustraciones simpáticas, son multitud las bromas tipográficas, el relato se cuenta con planos de los lugares, hay juegos de descubrimientos de figuras ocultas en algunas ilustraciones a doble página, tiene golpes de humor magníficos (la cucaracha Kafka o el extraordinario álbum fotográfico de la familia Tenebrax con, entre otros, un animal ecológico y tan útil como Bazofio, que devora y digiere todo tipo de residuos), etc.

Además, un libro como este tiene interés para muchos lectores por los apéndices, llamémosles interactivos (como páginas en blanco encabezadas, por ejemplo, con un «¡Dibuja las cosas que te asustan!», o «¿Tienes pesadillas? Cuéntame una… ¡así te dará menos miedo!», etc.); y por los muchos, muchos consejos de «psicoliteratura» que se resaltan adecuadamente según avanza la historia («enfréntate a lo que te da miedo y verás cómo tu confianza aumenta»; «¡con un amigo cerca… es fácil recorrer el camino!», etc.); incluso, al final, hay una colección de «¡Frases valerosas!».

Entre las recomendaciones de todo tipo para vencer el miedo a la oscuridad o al dentista, para superar la timidez o el pánico a volar, el temor a los insectos o a ir al hospital, etc., las más asombrosas son las que se dan para frenar en seco a los abusones: «Intenta decirle con tranquilidad y buenas maneras que podríais convertiros en amigos en lugar de ser enemigos»; «¡si te muestras decidido, verás cómo se va!»; «¡míralo fijamente a los ojos!»; «¡si alguien te agrede, no respondas a la violencia con más violencia!»; «el mejor modo de resolver los problemas es hablar de ellos tranquilamente»…

En fin, cuando encuentro libros infantiles que dicen cosas como estas reconozco que simpatizo muchísimo con los niños que de ninguna manera quieren leer y con los que, por lo bajo, se ríen de los adultos que les insisten en lo mucho que aprenderán y disfrutarán con la lectura.

Geronimo Stilton. La llamada de la selva (Il richiamo della foresta, 2012). Barcelona: Destino Infantil y Juvenil, 2012; 224 pp.; col. Grandes Historias Stilton; trad. de Miguel García; ISBN: 978-8408007470.
Geronimo Stilton. El secreto del valor (Il Segreto del Coraggio, 2004). Barcelona: Destino Infantil y Juvenil, 2012; 392 pp.; col. Libros especiales Stilton; trad. de Manel Martí; ISBN: 978-84-08-11138-2.

martes, 19 de febrero de 2013

Temores de lector adulto

En su momento puse un comentario a los libros de Bat Pat titulado Temores infantiles con humor. Añado algo más ahora, después de haber leído dos libritos recientes: El gran gruñón de la selva y El misterio de la Atlántida. En la primera, los Silver, con Bat Pat, acuden a un concurso televisivo en una isla asiática y allí tratan con los indígenas y encuentran un gran gorila legendario. En la segunda, van con su tío a la isla de El Hierro donde descubren la Atlántida e incluso conocen a Poseidón. Como dije, jamás desanimaría a los lectores niños que los disfruten, pues son vistosos y tienen golpes de humor y de lenguaje simpáticos, pero me planteo dos cosas.

Una, que al ser tan políticamente correctos no es sólo que todo resulte de lo más previsible sino que, de tan educativos, acaban siendo estúpidos. Al menos a mí me parece ridículo que el gorila Kong sea superculto, magnífico lector, y fanático de la limpieza; e incoherente que los indígenas a los que al principio temen sean, naturalmente, los listos y buenos y, por supuesto, que los del reality en el que participan sean los tontos y malos (lo cual se tendría que aplicar a ellos mismos, que lo ven y concursan, ¿no?).

Otra cuestión es si conocer antiguas historias en un contexto como el de El misterio de la Atlántida no provocará un efecto que, para muchos, será contraproducente. Igual que a una pregunta de clase de si alguien ha leído tal libro hay quien responde que «bueno, he visto la película», habrá lectores de libritos como estos que, dentro un tiempo, dirán algo así como «claro que conozco esa historia, la leí en un libro de Bat Pat cuando era pequeño».

Roberto Pavanello. El gran gruñón de la selva (Il grande Kong, 2012). Barcelona: Montena, 2012; 112 pp.; col. Bat Pat; trad. de Ana Andrés Lleó; ilust. de ; ISBN: 978-8484419723
Roberto Pavanello. El misterio de la Atlántida (Il tesoro di Atlantide, 2012). Barcelona: Montena, 2012; 112 pp.; col. Exploradores del tiempo; trad. de Ana Andrés Lleó; ilust. de Ivan Bigarella; ISBN: 978-8484414629.

lunes, 18 de febrero de 2013

Una lagartija pilla

Un personaje pícaro, de distinto tipo al de un álbum que cité semanas atrás, lo encontramos en Lizard's Home, otro libro excelente no editado en castellano, de los ilustradores José Aruego y Ariane Dewey, y George Shannon.

domingo, 17 de febrero de 2013

Ver un poco más

Sobre la necesidad de aprender a mirar y de adquirir formación para saber mirar bien, o, si se quiere, sobre las disposiciones del espectador ante la obra de arte, dos anécdotas que cuenta Gombrich.

Una, que se atribuye a Matisse: «Cuando una señora que visitaba su taller le dijo: “Me parece que esta mujer tiene un brazo demasiado largo”, el artista le repuso cortésmente: “Señora, se equivoca usted: esto no es una mujer, es un cuadro”».

Otra, del eminente medievalista Adolph Goldschmidt que, cuando se hizo cargo del seminario de Heinrich Wölfflin, «inició la reunión lanzando una diapositiva de un paisaje holandés a la pantalla con la pregunta: “¿Qué ven?” “Veo una horizontal, cruzada por dos verticales”, respondió uno de los estudiantes. “La verdad —dijo tranquilamente Goldschmidt—, yo veo un poco más”».

E. H. Gombrich. Arte e ilusión. Estudio sobre la psicología de la representación pictórica (Art and Illusion. A Study in the Psicology of Pictorial Representation, 1959). Madrid: Debate, 1997; 386 pp.; trad. de Gabriel Ferrer; ISBN: 84-8306-087-6.
E. H. Gombrich. «Relativismo en la apreciación del arte» (1989), Temas de nuestro tiempo. Propuestas del siglo XX acerca del saber y del arte (Topics of our Time, 1991). Madrid: Debate, 1997; 223 pp.; trad. de Mónica Rubio; ISBN: 84-8306-067-1.

sábado, 16 de febrero de 2013

El máximo instinto artístico

Nétochka Nezvánova fue una obra que, según los planes de Dostoievski, debía seguir la vida del personaje y constar de cinco o seis libros, cada uno independiente. Al fin, tal como fue publicada, consta de tres partes: en la primera, la niña protagonista tiene un padrastro patético, con ínfulas de gran músico; en la segunda es adoptada por un hombre rico y tiene unas relaciones de amistad curiosas con su caprichosa hija Katia; en la tercera vive, siendo ya joven, con la hermana mayor de Katia y su marido.

Novela tal vez algo deudora de Jane Eyre, y un poco dickensiana, que su autor consideraba valiosa. Su finalidad original era mostrar la función liberadora del arte por medio de la protagonista, que sería una gran artista pero, en relación a esa cuestión, lo que la novela muestra es un personaje, el padrastro de Nétochka, Yefímov, que no acepta los consejos que sus buenos amigos le dan —«no desprecies el trabajo humilde», «aprende a esperar, estudia»…—, y que ha quedado dibujado como paradigma del artista susceptible y frustrado que se justifica en su pobreza. Tal como indica el narrador, un artista deja de serlo cuando su anhelo es la gloria y ha «perdido el máximo instinto artístico, es decir, el amor al arte tal cual es y no por ninguna otra razón ni como medio de alcanzar la fama».

Entre otros puntos de interés de la novela, uno es el de las complejas relaciones de Netochka con su madre y su padrastro, de rechazo injusto hacia la primera y de disculpa excesiva del segundo, con los remordimientos y sentimientos de culpa posteriores: el autor quería mostrar aquí el proceso de maduración emocional y moral de su protagonista y, tal vez, dice Joseph Frank, pintó también su propio mundo interior en relación a su padre, al que pensaba que había tratado y juzgado mal. Otro es el intenso duelo psicológico entre Katia y Netotchka, y la creación de Katia, la primera de las «mujeres infernales» novelescas del autor aunque, al ser una niña, su herida interior no es aún profunda.

Fiódor Dostoievski. Nétochka Nezvánova (Неточка Незванова, 1849), en Novelas y relatos (1846-1849), en Obras completas I. Barcelona: Galaxia Gutenberg – Círculo de Lectores, 2009; 1197 pp.; trad. de Lidia Kúper y Luis Abollado; edición y prólogo de Ricardo San Vicente; ensayo introductorio de Augusto Vidal; ISBN: 978-84-8109-798-6 y 978-84-672-3449-7.

viernes, 15 de febrero de 2013

La falacia terapéutico-autobiográfica

En Nada que temer, un libro de recuerdos familiares y de sus actitudes ante Dios y la muerte, habla Julian Barnes de la falacia terapéutico-autobiográfica: «Algo malo sucede en tu vida o, en el caso de la muerte, deberá suceder; escribes sobre ello y te sientes mejor al respecto. Veo que esto funciona en muy contadas, locales circunstancias. Jules Renard, Diario, 26 de septiembre de 1903: “La belleza de la literatura. Pierdo una vaca. Escribo sobre su muerte y hacerlo me reporta lo bastante para comprar otra vaca”. Pero, ¿esto funciona en algún sentido más amplio? Quizá en ciertos tipos de autobiografía: tienes una infancia dolorosa, nadie te quiere, escribes sobre ella, el libro es un éxito, ganas un montón de dinero y la gente te quiere. ¡Una tragedia con final feliz! (Aunque por cada historia parecida de Hollywood, debe de haber unas cuantas como ésta: tienes una infancia dolorosa, nadie te quiere, escribes sobre ella, el libro es impublicable, y sigue sin quererte nadie.) Pero ¿en la narrativa, o en cualquier otro arte transformador? No veo por qué debería serlo ni por qué el artista debería querer que lo fuera».

Julian Barnes. Nada que temer (Nothing to Be Frigthened Of, 2008). Barcelona: Anagrama, 2010; 300 pp.; col. Panorama de narrativas; trad. de Jaime Zulaika; ISBN: 978-84-339-7526-3.

jueves, 14 de febrero de 2013

Ni cine ni e-book

De Maravillas, de Brian Selznick, se hará una película, casi seguro. Pero es un ejemplo de un libro que no sólo hay que disfrutar como libro, pasando las páginas una tras otra, sino que también es un libro que hay que disfrutarlo en un libro impreso en papel. Por supuesto, la historia se puede contar de otros modos, pero ni mucho menos tendrá igual impacto emocional que conocerla tal como ha sido construida, dejándose llevar por el ritmo que marca el paso de página, parándose a mirar con cuidado, volviendo atrás para ver más detalles, etc.

miércoles, 13 de febrero de 2013

Chicos de Nueva York

Antes de referirme, mañana, a un libro actual, he puesto en la página un libro infantil norteamericano muy popular, no traducido al castellano, titulado From the Mixed-Up Files of Mrs. Basil E. Frankweiler, de E. L. Konigsburg. Es un relato simpático que tal vez no se ha publicado aquí por ser de ambiente urbano neoyorkino y por desarrollarse la acción en el Museo Metropolitano de Arte de Nueva York de los años sesenta.

martes, 12 de febrero de 2013

Un buen muestrario

¡Todos a comer!, de Eva Armisén y Marc Parrot, contiene unos divertidos comentarios versificados, que también son canciones, a distintos tipos de comilones: el Explorador, la Lima, el Tiquismiquis, los Rápidos, el Gourmet, la Dulce. No es un catálogo, como algunos otros álbumes citados semanas atrás de abuelas y de sueños, sino un buen muestrario que podría seguir ampliándose.

Las ilustraciones son composiciones planas, en colores adecuados a las comidas y al estilo de unos personajes que se presentan en figuras sencillas con contornos gruesos. En negrita y cuerpo más grande van algunas palabras más sonoras. Los textos son graciosos: «En un restaurante chino comí medusa, / parecía goma, sabía a poca cosa. / Cocodrilo frito y ancas de rana: / su sabor recuerda al pollo, no me lo esperaba».

Eva Armisén. ¡Todos a comer! (2012). Texto de Marc Parrot. Barcelona: Lumen, 2012; 32 pp.; CD con las canciones; ISBN: 978-84-488-3377-0.

lunes, 11 de febrero de 2013

Incoherencia coherente

Un álbum de humor: If you give a Mouse a Cookie (o Si le das una galletita a un ratón, en una edición en castellano que no conozco), de Felicia Bond y Laura Numeroff. Lo leí hace tiempo y me pareció un modelo de algo que muchos intentan y pocos consiguen bien: hacerte reír al ir enlazando una tontería con otra de forma coherentemente incoherente.

domingo, 10 de febrero de 2013

Etiquetas amenazadoras

Simon Leys: «Los anuncios que la ley ordena imprimir en los paquetes de tabaco y de cigarrillos hacen involuntariamente eco a un hermosísimo rito antiguo de la iglesia católica: a principios de la Cuaresma, el miércoles de Ceniza, cuando a cada fiel se le impone en la frente la ceniza bendecida, el cura le dice: “Recuerda que polvo eres y en polvo te convertirás”».

Lo anterior resulta chocante, viene a decir el autor del texto, porque «la mayor parte del tiempo, la vida moderna se esfuerza en embotar u obliterar en nosotros el pensamiento de la muerte» y, naturalmente, porque el espíritu que hay detrás del recordatorio de «fumar puede matar» y demás eslóganes, es completamente distinto de la conciencia de la proximidad de la muerte propia del cristianismo, que «es una celebración de la vida. Mozart confió en una carta que pensaba cada día en la muerte, y que este pensamiento era la fuente profunda de toda su creación musical. Explica ciertamente la alegría inagotable de su arte».

Sigue Leys: «No quiero decir con ello que la inspiración que se puede sacar de los anuncios fúnebres lanzados por los diversos organismos de salud y del pensamiento políticamente correcto vaya a transformar a todos los fumadores en unos Mozarts, pero sin duda estas advertencias estridentes paradójicamente vienen a adornar el consumo de tabaco de una nueva seducción, cuando no de un significado metafísico. Cada vez que veo una de esas amenazadoras etiquetas en un paquete de cigarrillos, me siento seriamente tentado de volver a fumar de nuevo».

Simon Leys. La felicidad de los pececillos: cartas desde las Antípodas (The bonheur des petits poissons, 2008). Barcelona: Acantilado, 2011; 140 pp.; col. El acantilado; trad. del francés de José Ramón Monreal; ISBN: 978-84-92649-88-4.

sábado, 9 de febrero de 2013

Niños que crecen

Entre los relatos de su primera época Dostoievski publicó dos muy notables sobre niños: El Árbol de Navidad y una boda y El pequeño héroe. En ellos se ve bien la falta de sentimentalismo con la que el autor ruso aborda el mundo de la infancia y se insinúa la idea de que la categoría moral de alguien se mide por la forma en que trata a los niños.

En El Árbol de Navidad y una boda, el narrador empieza diciendo que, hace un par de días, estuvo en una boda. Para explicar sus sentimientos y sus reacciones, cuenta que, cinco años atrás, asistió a una fiesta en Navidad en honor de una niña que celebraba su cumpleaños. En ella presenció la recepción de regalos de los niños, de acuerdo con las distintas clases sociales a las que pertenecía cada uno; y, luego, los episodios, patéticos, en los que un hombre adinerado intenta ganarse la confianza de la niña, primero, y de rechazo a un chico pobre, después. El relato describe bien los comportamientos de los niños, desde las actitudes clasistas en las que han sido educados hasta las reacciones de afinidad entre ellos o de vergüenza ante algunos comportamientos adultos. Además, la narración desprende un fuerte desprecio hacia la fatuidad del rico y hacia el servilismo que algunos muestran hacia él.

En El pequeño héroe, el narrador recuerda cosas que le ocurrieron cuando, siendo un un niño de once años, fue invitado a una fiesta de varios días en una casa de campo, en las afueras de Moscú. Allí estaba molesto porque una de las señoras le incomodaba con bromas equívocas y, a la vez, se sentía atraído por otra mujer, Madame M., amiga de la primera. Lo primero da lugar a reacciones de irritación del chico y un día, a modo de desafío, se sube a un caballo que nadie quería montar y él consigue hacerlo sin caerse. Como consecuencia se hace popular y eso facilita que Madame M. se fije en él, lo que le acaba conduciendo a darse cuenta de más cosas. Se puede destacar que aquí Dostoievski trata el mundo de los acaudalados terratenientes, como lo habían hecho Turguenev o Tolstoi, y que describe un problema «normal»: su protagonista no es ni un soñador ni alguien maltratado por la vida. Hay una parte ambiental, crítica con los «tunantes mundanos» que piensan de sí mismos que tienen «una profundísima simpatía por la humanidad», que «reprenden sin descanso el romanticismo y, con él, todo lo que es belleza y verdad». Y hay una parte de descripción y análisis de los sentimientos del niño: se dibujan muy bien los momentos de confusión y de angustia del chico, y se dejan ver sus primeros sentimientos de atracción hacia una mujer. El relato justamente termina con la frase «mi primera infancia terminó en ese instante».

Fiódor Dostoievski. El Árbol de Navidad y una boda (Ёлка и свадьба, 1848), en la recopilación titulada El Gran Inquisidor y otros cuentos. Madrid: Siruela, 2010; 280 pp.; col. Escolar (Filosofía); prólogo de José Antonio Marina; trad. y notas de Bela Martinova y Augusto Vidal; ISBN: 978-84-9841-458-5.
Fiódor Dostoievski. El pequeño héroe (Маленький герой, 1849), en Noches blancas, El pequeño héroe, Un episodio vergonzoso. Madrid: Alianza, 1988; 176 pp.; col. El Libro de Bolsillo; trad. de Juan López-Morillas; ISBN: 84-206-1883-7.

viernes, 8 de febrero de 2013

Escenarios abigarrados

El caso de la sirvienta desaparecida, de Tarquin Hall, es el primer libro de una serie cuyo protagonista es el detective indio Vish Puri, jefe y director de Investigadores Sumamente Privados. Es un relato francamente divertido, que describe con viveza el mundo abigarrado, ruidoso y oloroso, donde viven sus personajes, y que recoge bien los contrastes que se dan allí entre lo moderno y lo tradicional. La novela presenta tres casos a la vez. El más importante es el de una chica que desaparece de la casa de un famoso abogado que parece ser el culpable. Otro es el de un tipo imperioso que recurre a Puri para que averigüe datos comprometedores del futuro esposo de su nieta para poder anular la boda. Otro es un atentado que sufre Puri, al que disparan cuando está en la terraza de su propia casa, pero en este caso es su madre, Mummy, la que decide investigar sin que su hijo lo sepa.

Una parte del atractivo de la novela está en el protagonista. Su aspecto no es atrayente —su mujer y amigos le llaman Gordinflón— y tiene gran debilidad por los picantes y por comidas que no le convienen. Pero no tiene pereza para moverse, su autocontrol en las situaciones complicadas es notable, y su deseo de combatir la corrupción que asola su país es tan enorme como el desdén que siente por sus medios de comunicación. Además, tiene grandes dotes organizativas, entusiasmo por los disfraces, y unos empleados eficientes como Cisterna (nombre que proviene de que fue el primero de su pueblo que tuvo una cisterna en su casa), Crema Facial (una chica espía), Freno de Mano (su chófer), o una leal secretaria llamada Elizabeth Rani, una de cuyas competencias extraoficiales, se nos dice, era la de «escuchar pacientemente las explicaciones de Puri y, de vez en cuando, enviarle un amable masaje a su ego».

El otro punto fuerte es la variedad y el colorido de los escenarios por donde se mueven Puri y sus colaboradores (un aspecto que asemeja la serie con la de Precious Ramotswe). Aquí y allá van dándose toques ambientales interesantes como, por ejemplo, cuando se indica que Mummy, «igual que muchos indios, tenía un don para recordar los números»: bastaba con que le preguntaban por un número y parecía como si viera los números flotando delante de los ojos. Además, no faltan comparaciones útiles: se nos dice que «las similitudes entre el sistema legal indio y la cancillería, tal como se describe en Casa desolada, de Dickens, eran asombrosas»; o se nos informa de que Puri desprecia a Sherlock Holmes por la sencilla razón de que Holmes no reconoció nunca la autoridad del antiguo sabio indio Chanakya, el primer maestro espía del mundo y el autor del primer tratado del arte de gobernar.

A lo largo del relato también se anuncian casos, que ya resolvió en el pasado Puri, tal vez porque el autor piensa en futuras novelas, o tal vez, simplemente, porque algunos dan idea del personaje y sus hazañas. El que más me ha llamado la atención, «el atentado más ingenioso [que Puri había sufrido en el pasado,] lo había orquestado un astuto asesino (un naturalista de profesión) que trabajaba en el parque Assam’s Kaziranga: había pulverizado la ropa de Puri con una feromona que atraía a los rinocerontes».

Tarquin Hall. El caso de la sirvienta desaparecida (The case of the missing servant, 2009). Barcelona: Rocaeditorial, 2009; 282 pp.; trad. de Carol Isern; ISBN: 978-84-9918-012-0.

jueves, 7 de febrero de 2013

Encender una luz

Si no fuera porque su construcción gira totalmente alrededor de Una arruga en el tiempo, Cuando me alcances, de Rebecca Stead, para mí sería un libro magnífico. Se desarrolla en Nueva York, el año 1978. Miranda, una chica de doce años, es la narradora y protagonista. Es una entusiasta, igual que otros compañeros de clase, de la novela citada de Madeleine L'Engle. Su amigo y vecino Sal corta su relación con Miranda después de que un chico desconocido, que luego resultó ser un compañero de su mismo instituto, un día le dio un puñetazo en la calle. Luego, Miranda empieza a recibir notas misteriosas donde parece claro que alguien conoce su futuro y de donde se deduce que su vida está en peligro. En su entorno aparece muchas veces también un escurridizo mendigo.

La historia tiene una parte de misterio, una de vida cotidiana, y otra de maduración de la protagonista. La primera está vinculada con las notas que recibe Miranda: la narración está bien planificada para, por medio de sucesivas escenas en capítulos cortos —que la mayoría se titulan empezando igual: «Cosas que guardas en una caja», «Cosas que se pierden», «Cosas que escondes», etc.—, ir aumentando la curiosidad del lector y para que la resolución pueda ser más o menos prevista por quienes conocen la novela de Madeleine L’Engle. La segunda es una buenísima descripción, tanto de la vida urbana como de la vida escolar en el centro de Nueva York: esto se corresponde con los años de infancia y adolescencia de la misma escritora. La tercera se refiere, y muy bien, a cómo la protagonista va comprendiendo mejor en qué consiste la amistad; así, una vez en la que decide tomar la iniciativa para facilitarle las cosas a una chica de la que todos se burlan, comenta: «A veces nunca te sientes más mezquina que en el momento en que dejas de serlo. Es como encender una luz que te hace darte cuenta de lo oscura que estaba la habitación».

Rebecca Stead. Cuando me alcances (When you reach me, 2009). Barcelona: Molino, 2010; 205 pp.; trad. de Alicia Moreno Delgado; ISBN: 978-84-2720-034-0.

miércoles, 6 de febrero de 2013

Diferencia de criterio

Cuando leí, hace años, Una arruga en el tiempo, de Madeleine L'Engle, decidí no incluirlo en Bienvenidos a la fiesta (libro) por la primera de las razones que indico en el comentario que hago. Ahora he decidido ponerla aquí porque, al margen de lo que yo piense, el libro tiene grandes cualidades y es una referencia para muchos: incluso he comprobado que varios lectores norteamericanos con los que hablé del libro no entendían mis objeciones, en especial la primera. Pero el motivo inmediato es que un buen libro del que hablaré mañana no se comprende sin esta historia.

lunes, 4 de febrero de 2013

Catálogo de sueños

Un álbum extenso y ricos, con textos sofisticados e ilustraciones poderosas: Ensueños, de Conrad Roset y David Aceituno. Después de álbumes-catálogos de princesas y de abuelas, ahora le toca el turno a un mundo mucho más elusivo: el de los sueños. Después de un comienzo donde aparecen primero Alicia y luego una clasificación de sueños, se suceden, sobre todo, dobles páginas con minihistorias protagonizadas por un personaje o un tema literario: Alicia, Peter Pan, Barbanegra, Cenicienta, Dorotea, el Principito, Mary Poppins, Jekyll y Hyde, Sueño de una noche de verano… Hay, también, dobles páginas como paréntesis, del tipo «¿En qué se parecen los sueños a las ventanas?» o «Ambientación del sueño. Todos los lugares son buenos para soñar». No faltan las bromas adicionales por los rincones de las páginas.

Los textos no suelen ser tanto historias sino digresiones imaginativas, con acentos bromistas y referencias cultas, por ejemplo con citas de Calderón y La vida es sueño o menciones a músicos como John Coltrane o Thelonious Monk. Interesantes... para quien conecte mucho con el tono y los guiños, no para una gran mayoría de lectores y, mucho menos, niños. En las imágenes, el estilo y la composición varían según el personaje y el texto; normalmente van centradas en figuras realistas, son sugerentes y, como es lógico, ensoñadoras, con el uso frecuente de capas para sugerir distintos niveles de realidad y de comprensión. Entre las muchas dobles páginas deslumbrantes me quedaría con la de «El sueño de la chica que solo mantenía el equilibrio cuando caminaba por los aires».

Conrad Roset. Ensueños (2012). Texto de David Aceituno. Barcelona: Lumen, 2012; 96 pp.; ISBN: 978-84-488-3380-0.

Lugares acogedores

Un álbum de hace tiempo: Érase una vez un bosque de Wayne Anderson y Helen Ward. Se le puede poner en la misma familia de El jardín curioso o El jardín subterráneoálbumes que hablan de lo que puede hacer, cada uno, por hacer más acogedor el lugar donde vive.

domingo, 3 de febrero de 2013

El estilo en el arte

Según el Diccionario de la Real Academia, el estilo es la «manera de escribir o de hablar peculiar de un escritor o de un orador», el «carácter propio que da a sus obras un artista plástico o un músico», el «conjunto de características que individualizan la tendencia artística de una época». Pues bien, algunas explicaciones de qué es el estilo en el arte, según Gombrich, son estas:

—«El estilo en el arte, al igual que el estilo en el lenguaje, es más bien una cuestión de preferencias calculadas».
—«El estilo, al igual que cualquier otro uniforme, es también una máscara que esconde tanto como revela».
—«El estilo, como el medio, crea una “disposición mental” por la cual el artista busca, en el escenario que le rodea, ciertos aspectos que sabe traducir. La pintura es una actividad, y por consiguiente el artista tenderá a ver lo que pinta más que a pintar lo que ve».
—«Un estilo, como una cultura o un estado de opinión, establece un horizonte de expectativa, una disposición mental, que registra desviaciones y modificaciones con sensibilidad exagerada. La historia del arte está llena de reacciones que sólo pueden entenderse así».
—«El estilo tiene en común con el lenguaje y otros medios de expresión el hecho de determinar el nivel de nuestras expectativas y, por tanto, también nuestra respuesta a las desviaciones respecto a la norma».

E. H. Gombrich. Las tres primeras citas son de «La psicología de los estilos», «Estilos artísticos y estilos de vida», «La verdad y el estereotipo», Gombrich esencial - Textos escogidos sobre arte y cultura (The Essential Gombrich, 1996).
E. H. Gombrich. Arte e ilusión. Estudio sobre la psicología de la representación pictórica (Art and Illusion. A Study in the Psicology of Pictorial Representation, 1959). Madrid: Debate, 1997; 386 pp.; trad. de Gabriel Ferrer; ISBN: 84-8306-087-6.
E. H. Gombrich. «La historia del arte y las ciencias sociales» (1973), Ideales e ídolos. Ensayos sobre los valores en la Historia y en el Arte (Ideals & Idols, 1979). Madrid: Debate, 2004, 2ª ed.; 224 pp.; trad. de Esteve Riambau i Saurí; ISBN: 84-8306-585-1.

sábado, 2 de febrero de 2013

Arquetipos de soñadores

Dentro de los relatos de la primera época de Dostoievski, tal vez sea La patrona el de un apasionamiento más exagerado y lejano a la mayoría de los lectores pero que cualquier interesado en el autor ruso debe conocer porque anticipa cuestiones que tratará mejor en obras posteriores. Por contraste, Noches blancas, el último relato que publicó antes de su deportación a Siberia, sí puede gustar a cualquier lector porque tiene una estructura cuidada y porque dibuja bien un tipo de personaje siempre actual. Los dos tienen en común que sus protagonistas viven bastante fuera de la realidad.

En La patrona un tal Órdinov se enamora de una mujer extraña y, por esa razón, se cambia de pensión. Pero la mujer resulta estar unida de forma misteriosa con un tipo mayor llamado Murin, también raro y epiléptico como el protagonista. En este relato, que Dostoievski no consideraba bueno, aborda problemas psicológicos nuevos como la expiación de un pecado imaginario y la fuerza de la sugestión pero, sobre todo, trata el tema de la libertad humana, que deseaba presentar como destruida por el despotismo y las condiciones de vida de la sociedad rusa. Hay que decir que su ambiente resulta irreal, de un romanticismo gótico exacerbado que tiene deudas del folclore. Es también es la primera vez en la que aparecen personajes epilépticos (que luego veremos en Humillados y Ofendidos, El Idiota, Los Demonios, Los Hermanos Karamázov).

El protagonista y narrador de Noches blancas —el relato mejor construido de todos los que Dostoievski firmó estos años—, es un hombre de 26 años, sin nombre, que vive solo en San Petersburgo, recreándose en sus sueños e imaginando que las casas son sus amigos. Un día ve que a una chica pueden asaltarla y lo impide; a partir de ahí entabla relación con ella: se enamora pero ella le advierte que prometió esperar a otro pretendiente que le aseguró que regresaría dentro de un plazo a punto de cumplirse. El subtítulo de «Novela sentimental (Recuerdos de un soñador)», da idea del tema fundamental: presentar un personaje arquetipo del que vive siempre en un mundo imaginario pero, esta vez, de una forma más bien amable, que se aparta de los tonos tragicómicos y satíricos de relatos anteriores.

Fiódor Dostoievski. La patrona (Xoзяйкa, 1847), en Novelas y relatos (1846-1849), trad. de Lidia Kúper de Velasco, en Obras completas I. Barcelona: Galaxia Gutenberg – Círculo de Lectores, 2009; 1197 pp.; trad. de Lidia Kúper y Luis Abollado; edición y prólogo de Ricardo San Vicente; ensayo introductorio de Augusto Vidal; ISBN: 978-84-8109-798-6 y 978-84-672-3449-7.
Fiódor Dostoievski. Noches blancas (Белые ночи, 1848), en Noches blancas, El pequeño héroe, Un episodio vergonzoso. Madrid: Alianza, 1988; 176 pp.; col. El Libro de Bolsillo; trad. de Juan López-Morillas; ISBN: 84-206-1883-7.

viernes, 1 de febrero de 2013

Una denuncia más

Los litigantes, de John Grisham, no aporta nada nuevo a quien ha leído otras novelas del autor pero algunos de sus entusiastas la han calificado de gran comeback. La razón es que se centra por completo en el mundo que Grisham mejor conoce y usa el hilo argumental que tan buenos resultados le ha dado siempre: un joven abogado que hace lo que cree correcto y, entonces, a la vez que su vida familiar mejora, triunfa en su trabajo.

Chicago. David Zinc, joven prometedor que trabaja desde hace cinco años en el inmenso y poderoso bufete de Rogan Rothberg, se siente mal un día, cuando está entrando en el edificio. Así que, en vez de seguir su rutina, huye a un bar cercano donde se emborracha, lo que al fin le conduce, inesperadamente, al miserable bufete de Finley & Figgs. Después de pensarlo, ya sobrio, decide unirse a los dos socios, un tanto colgados, y, así, termina en medio de una demanda imprudente que habían presentado contra una gran empresa farmacéutica. Además, otros casos que van llegándole le proporcionan la satisfacción de poder defender a quienes más lo necesitan.

Todo está bien contado. Hay buenas descripciones de algunos personajes patéticos, momentos de tensión conseguidos, y escenas emocionales bienintencionadas menos logradas. Al paso, quedan retratados aspectos críticos de la vida social norteamericana: la gran cantidad de gente que cree «que todos los problemas y misterios de la vida pueden solucionarse con unas pocas sesiones de terapia»; la forma de actuar de abogados varias veces divorciados que actúan como grandes expertos en crisis matrimoniales; o, al presentar las actuaciones de quienes trafican en los pasillos del Congreso y del Senado, el narrador introduce un paréntesis donde se pregunta «¿hay alguna otra democracia que tenga una lista de lobistas?».

En particular está bien cómo, en el interior del juicio principal acerca de la bondad o maldad de un medicamento, hay unas cuantas páginas que, sin ser relevantes para el desenlace, son una poderosa denuncia de la forma de actuar de algunas grandes farmacéuticas. En concreto, a lo largo del interrogatorio al vicepresidente de la empresa demandada, se detalla cómo actúan al realizar las pruebas preliminares de algunos medicamentos. Estas nunca tienen lugar en los EE.UU. sino que se llevan a países como Nicaragua, Mongolia, Kenia, etc., donde las compañías no temen las demandas y donde pueden, a cambio de poco dinero, tratar a seres humanos como cobayas: la parte más seria del interrogatorio se centra en una píldora abortiva, probada en chicas menores de catorce años con el resultado de once muertes.

John Grisham. Los litigantes (The Litigators, 2011). Barcelona: Plaza Janés, 2012; 494 pp.; trad. de Fernando Garí Puig; ISBN: 978-84-01-35356-7.