viernes, 20 de septiembre de 2013

Difícil de categorizar

A Town Like Alice, de Nevil Shute, es una extraordinaria novela, la mejor de su autor según muchos pero, aún así, no traducida que yo sepa. Sus protagonistas y sucesos principales están inspirados en personas y hechos que vivieron y ocurrieron por separado. No es fácil categorizarla: es una novela de guerra y es una novela de amor pero, en ambos terrenos, es muy diferente de las habituales; es también una especie de novela de transformaciones sociales realmente singular.

Tiene un paso tranquilo, como corresponde al narrador, Noel Strachan, un abogado a punto de jubilarse. Comienza por explicar cómo llegó a ser el albacea de una herencia y cómo, justo después de la segunda Guerra Mundial, entró en contacto con la heredera, Jean Paget, una joven secretaria en una empresa que fabrica y vende calzado. A partir de ahí, la narración tiene tres partes, consecutivas pero muy distintas entre sí. La primera es la vida de Jean como prisionera de los japoneses en Malasia desde 1942 hasta 1945: como por motivos familiares sabía malayo con fluidez, se convirtió en la cabecilla de un grupo de unas 30 mujeres y niños ingleses que, debido a que el ejército japonés no encontraba ubicación para ellas, vagaron por distintos lugares hasta que se acomodaron en un pueblo donde las supervivientes pudieron vivir los últimos años de la guerra. La segunda trata sobre lo que Jean decide hacer con una parte del dinero de su herencia: poner un pozo en aquel pueblo malayo para mejorar la vida de sus habitantes, en especial de las mujeres. Pero, una vez allí, averigua cosas que desconocía y decide viajar a un lugar remoto de Australia, llamado Willstown, donde se desarrolla la tercera parte: Jean impulsa una serie de proyectos con vistas a que deje de ser un lugar del que todo el mundo huye y se convierta en «una ciudad como Alice Springs».

El relato es fluido y va cambiando de tono y colorido según pasan las páginas. La figura de la protagonista va creciendo de modo natural: primero porque la elección del narrador es perfecta para ir avanzando de modo muy prudente; luego, porque Jean es una persona sensata y práctica que va dando pasos adelante según la vida le va pidiendo cada vez más; también porque la primera parte de la novela tiene momentos de grandísima intensidad. Los giros y sorpresas argumentales de la historia encajan bien y las numerosas explicaciones —sobre todo de algunos oficios en la parte final— se leen con interés, porque todas están vinculadas con el destino de la heroína y, a esas alturas, el lector desea conocerlo todo. Las expresiones singulares y el modo de hablar de los hombres de campo australianos resultan curiosas y, para ciertos lectores (como yo), difíciles al principio.

Los planteamientos y comportamientos son los propios de la época. Así, Jean Paget no puede recibir toda su herencia porque las condiciones estipulaban que debería tener, como mínimo, 35 años; algunas formas de denominar a los aborígenes australianos hoy suenan ofensivas aunque fueran habituales entonces; la separación de sexos y de razas estaba vigente a la hora de poner en marcha algunos comercios... Por otro lado, la misma narración pone de manifiesto lo absurdo de algunas actitudes que se describen mientras la protagonista va rompiendo una barrera tras otra con amabilidad y pies de plomo. Así,  el pozo en el pueblo malayo lo plantea como una forma de que las mujeres no tengan que acarrear agua caminando largas distancias, pero antes de construirlo ha de conseguir la imprescindible aprobación de los varones del pueblo, cosa que hace con gran habilidad.

Nevil Shute. A Town Like Alice (1950). Random House, 2009; 350 pp.; ISBN: 978-0099530268. Edición en Kindle, 2010, ASIN: B0034JUOBE.