sábado, 10 de agosto de 2013

Un autor efervescente

Para introducir Gramática de la gratitud elaboré un primer capítulo con una breve información biográfica y unos comentarios a distintas obras sobre Chesterton que fuera como un marco a todos los comentarios posteriores.

Lógicamente, la primera debía ser un libro de autor desconocido que se publicó, en 1908, con el título G. K. Chesterton: a Criticism. En ese libro, el análisis de las cualidades y defectos de las obras que había publicado Chesterton hasta entonces, igual que las observaciones acerca de la educación que había recibido y de los autores que más le habían influido, eran más que notables. Por ejemplo, se apuntaba muy bien que Chesterton «no es capaz de crear personalidades novelescas pues no las consigue hacer hablar “desde dentro” sino que todas tienen su misma voz». Se manifestaba el temor de que, si no era capaz de controlar su efervescencia mental, nunca llegaría a escribir las mejores obras que su talento anunciaba. En fin, pronto se supo que el autor misterioso había sido su hermano Cecil.

Además, del mismo modo que un periodista conocido entonces, Mr. G. S. Street , al reseñar Herejes había comentado que no se preocuparía más del pensamiento del autor hasta que dijese claramente cuáles eran sus creencias positivas, Cecil Chesterton insistía en lo mismo. Decía que Chesterton criticaba bien a sus oponentes pero no definía ni defendía claramente su propia posición. Sin duda, su posición podría deducirse de lo que comentaba sobre otros, pero de quien subraya tanto la importancia de tener doctrinas claramente definidas, seguía, tenemos el derecho a esperar algo más que un método negativo de definición. En concreto, decía, en las conferencias Blatchford sólo defendió la mitad de sus creencias cristianas, por lo que era de suponer que con su próximo libro, que se titularía Ortodoxia, haría frente a esa objeción.

Cecil Chesterton. G. K. Chesterton, a criticism (1908).