sábado, 13 de julio de 2013

La otra cara de algunos argumentos

En los próximos sábados pondré varias notas para completar el plan de reseñar obras de Chesterton.

En su juventud, a Chesterton le causaron gran impresión los artículos del fundador y editor del dominical The Clarion (El Clarín), Robert Blatchford, un hombre influido por William Morris y sus ideas acerca de las sociedades preindustriales donde los trabajadores eran artistas y artesanos. Un libro de Blatchford titulado Merrie England (1893), muy vendido, tuvo mucho peso en la gran admiración de Chesterton por la Edad Media, aparte de confirmar sus simpatías primeras por las ideas socialistas. Pasado el tiempo diría que se hizo socialista porque, cuando era joven, le parecía intolerable no serlo ya que los socialistas parecían ser los únicos que criticaban las desigualdades sociales.

Años después, cuando Robert Blatchford atacó el cristianismo en su periódico y ofreció sus páginas para discutirlo, Chesterton saltó a la palestra para polemizar con él y publicó, en el mismo The Clarion, varios artículos en defensa de las ideas cristianas. Fue la primera vez que públicamente confesó sus creencias en doctrinas centrales del cristianismo y, durante los meses que duró el intercambio de golpes dialécticos, muchos empezaron a familiarizarse con la forma de argumentar tan ágil y bienhumorada de Chesterton, que, paso a paso, tomaba las tesis de su oponente, las desplegaba más, y las volvía contra él. Se puede ver fácilmente cómo su manera de argumentar era semejante a la que describía Newman en su autobiografía: «No me resistía a guiar paso a paso a un oponente, en virtud de sus propias opiniones, hasta el borde de algún absurdo intelectual, y dejarle luego solo para que se apañase como mejor pudiera».

Así, cuando Blatchford decía que muchos pueblos tenían mitos paralelos a la Encarnación, le preguntaba Chesterton si no veía la otra cara de su argumento. Es decir, si el Dios de los cristianos se había hecho hombre, ¿no correrían rumores entre todos los demás pueblos, y no habría en ellos incluso perversiones, relacionados con esa venida de Dios a los hombres? Si el centro de nuestra vida fuera un determinado acontecimiento, ¿no habría gente alejada de nosotros que tendría una versión un tanto confusa de ese acontecimiento?

O bien, al asegurar Blatchford que ningún juez inglés aceptaría las evidencias de la resurrección de Jesucristo, Chesterton le hacía notar que, posiblemente, los cristianos no tenían esa «extravagante reverencia por los jueces ingleses que Blatchford parecía tener»; y, más aún, la misma historia del cristianismo les «ha dejado una ligera duda sobre la infalibilidad de los Tribunales de Justicia» .

G. K. Chesterton. The Blatchford Controversies (1905), en The Blatchford Controversies and Other Essays on Religion, edición Kindle, amazon.com, ASIN: B003YMMI3S. Hay también edición en la red.
La cita de John Henry Newman está en Apologia por Vita Sua. Historia de mis ideas religiosas (Apologia por Vita Sua: Being a History of his Religious Opinions, 1865), Madrid: Encuentro, 1996.