lunes, 31 de diciembre de 2012

Planes para el 2013

Mis planes para el 2013 siguen siendo los que dije un año atrás. Seguiré introduciendo información sobre libros antiguos que aún tengo almacenada, e iré mejorando secciones y la opción Listados. Espero también poner reseñas de algunos libros de y sobre Chesterton, que todavía faltan, en el 2013. También sigo con el proyecto de preparar más libros en formato electrónico.

Feliz año.

domingo, 30 de diciembre de 2012

Motivos para la esperanza

Josef Pieper: «Esperar no sólo significa esperar en el futuro algo bueno para quien espera, sino también tener un motivo para tal expectativa. La razón de esperar, si realmente la hay, no reside, como lo deseado, en el futuro; ha debido anteponerse ya y presuponerse a toda esperanza. Yo no puedo esperar que me sea dado un motivo para esperar. Percatarme de tal motivo, de tal fundamento, de mi esperanza, no lo puedo lograr sino recordando tal fundamento en la reflexión y en la contemplación.
El futuro sin punto de partida es vaciedad. Y una esperanza sin fundamento, sin un motivo que la preceda y nos preceda, podría muy bien llamarse desesperación».

Josef Pieper. «¿Futuro sin punto de partida y esperanza sin fundamento?», La fe ante el reto de la cultura contemporánea. Sobre la dificultad de creer hoy (Über die Schwierigkeit heure zu glauben, 1974). Madrid: Rialp, 2000; 281 pp.; trad. de Juan José Gil Cremades; ISBN: 84-321-3294-2.

sábado, 29 de diciembre de 2012

Educar el gusto literario

En relación a la literatura que se ha de dar a los niños, estas observaciones de Joubert están muy bien:

«A los niños, en literatura, darles sólo lo sencillo. La sencillez jamás ha corrompido el gusto; todo lo que es poéticamente defectuoso resulta incompatible con ella. Así es como la limpidez del agua se arruina con la mezcla de materias demasiado terrestres. Nuestro gusto alimenticio se corrompe por efecto de sabores demasiado fuertes, y nuestro gusto literario, puro en sus comienzos, por efecto de las expresiones demasiado marcadas. Tratad con tiento, alegrad la vista de esos espíritus jóvenes, dadles autores que la sosieguen y la alborocen».

«No deis a los niños sino modelos de sencillez y buen gusto; poned sólo en sus manos autores en los que su alma encuentre a la vez un movimiento y un reposo perpetuos que les ocupen sin esfuerzo y de los que se acuerden sin dificultad».

Pascal, La Rochefoucauld, La Bruyère, Vauvenargues, Chamfort, Joubert. Moralistas franceses. Máximas, pensamientos y caracteres. Córdoba: Almuzara, 2008; 1214 pp.; Biblioteca de Literatura Universal; trad. de Salustiano Masó y José Antonio Millán Alba; introducción de Alicia Yllera; edición de José Antonio Millán Alba; ISBN: 978-84-96968-28-8.

viernes, 28 de diciembre de 2012

Romper el molde

El mismo amigo que me recomendó Silencio me animó a leer La larga soledad, la autobiografía de la norteamericana Dorothy Day (1897-1980), un personaje completamente desconocido para mí. Es un libro dividido en tres partes —«Búsqueda», «Felicidad natural», «El amor es la medida»— que se corresponden con su vida hasta los 25 años —infancia, juventud, trabajo como periodista y como activista socialista-marxista—; cinco años en los que se plantea su conversión al catolicismo, tiene una hija, y se separa de su marido, que ni quería tener la niña ni entendía su religiosidad; y los años posteriores a su encuentro con Peter Maurin, con quien fundó, en 1933, el Movimiento del Trabajador Católico.

Aunque la escritora señala que no intenta tanto escribir su autobiografía como hablar de las cosas que, a lo largo de su vida, la llevaron a Dios, lo cierto es que resulta más que singular su vida como reportera en periódicos combativos, igual que su itinerario intelectual —de autores como Upton Sinclair y Jack London, a otros como «Dostoievski y Huysmans (¡qué hombres tan diferentes!)»…—, así como el panorama de muchas personas que dedicaron sus vidas a luchar en favor de los más desfavorecidos y su participación en huelgas de hambre y manifestaciones —lo que le valió varias detenciones y encarcelamientos, alguna, dice, «víctima de la histeria roja de la época, pero víctima también de mi propia imprudencia»—...

Como corresponde a un personaje que rompe cualquier molde, son muchas las situaciones y anécdotas curiosas. Por ejemplo, que llegase a leer a santa Teresa gracias a… William James. O el que, cuando dio a luz a su hija, la chica católica «que estaba en la cama contigua a la mía en el hospital me dio una medalla de Santa Teresa de Lisieux.
—Yo no creo en esas cosas —le dije, demostrando una vez más que a veces las personas dicen lo que no piensan.
—Si amas a alguien, te gusta tener a mano algo que te lo recuerde —me contestó.
Era una verdad tan evidente que me sentí avergonzada».

Dorothy Day. La larga soledad: autobiografía (The Long Loneliness, 1952). Santander: Sal Terrae, 2000; 301 pp.; col. Servidores y testigos; trad. de Ramón Ibero Iglesias; ISBN: 84-293-1359-1.

jueves, 27 de diciembre de 2012

Ciudades en guerra

En El violonchelista de Sarajevo, de Steven Galloway, el narrador sigue las peripecias de algunos personajes que sufrieron el asedio de Sarajevo centrando principalmente su atención en un violonchelista que decidió tocar el Adagio de Albinoni durante veintidós días seguidos, allí donde una bomba mató a veintidós personas. Los otros son Kenan, un padre que va en busca de agua para su familia; Dragan, un hombre cuya esposa e hijo están fuera de la ciudad; y Flecha, una francotiradora muy hábil que ha decidido no disparar nunca sobre civiles pero sí sobre soldados, a la que indican que vigile que ningún otro francotirador dispare al violonchelista.

El relato está bien escrito y mantiene al lector en vilo. El autor dice, al final, que charló con muchas personas que sufrieron el asedio de la ciudad para recoger con verosimilitud la inquietud angustiosa de la situación. Cada capítulo está centrado en uno de los personajes y se narra en presente, un recurso que, mientras leía la historia, no veía claro: en situaciones como las de los protagonistas es dudoso que los pensamientos circulen tal como lo hacen en el texto (aunque no tengo experiencia de primera mano, gracias a Dios). También, puesto que se basa en hechos reales, parece que serían necesarias algunas explicaciones acerca de quién es quién: por ejemplo, el relato dice que «los hombres de las montañas» son los que disparan sobre la ciudad pero nadie sabe quiénes son esos hombres y por qué lo hacen o por qué comenzaron a hacerlo.

Al margen del valor del relato como tal, que sin duda es eficaz, es jugosa la polémica posterior a la novela: a Vedran Smailovic, el violonchelista que protagonizó el incidente que usó el autor como núcleo de su argumento, no le hizo ninguna gracia que se usase su gesto en una novela (de la que no se le informó, por otra parte, hasta que estuvo publicada). Por contraste, un libro valioso sobre una situación semejante a la de Sarajevo, contado por quién sí vivió lo que se narra, es El juego de las golondrinas, una novela gráfica de la dibujante libanesa Zeira Abirached donde cuenta un episodio que vivió de niña en Beirut, con poderosas imágenes en blanco y negro (al modo de Persépolis, de Marjane Satrapi).

Steven Galloway. El violonchelista de Sarajevo (The cellist of Sarajevo, 2008). Barcelona: El Aleph, 2008; 237 pp.; col. Modernos y clásicos de El Aleph; trad. de Nuria Salinas; ISBN: 978-84-7669-831-0.
Zeira Abirached. El juego de las golondrinas (Mourir, partir, revenir – Le Jeu des hirondelles, 2007). Madrid: Sinsentido, 2008; 186 pp.; trad. de Lucía Bermúdez Carballo; ISBN: 978-84-96722-43-9.

miércoles, 26 de diciembre de 2012

El velero más rápido

El otro día puse una reseña de En busca de Ulises, un libro que habría podido colocar, con toda justicia, en la sección de «Aventuras marineras». En ese apartado entra All Sail Set, un antiguo libro de Armstrong Sperry que también se podría etiquetar como «Novela histórica». Sea como sea, a cualquier entusiasta de la navegación, y en particular de los barcos de vela, le gustará conocer el relato del famoso Flying Cloud.

lunes, 24 de diciembre de 2012

Ciudades iluminadas

Decía Chesterton que toda ceremonia depende del símbolo y que todos los símbolos han sido vulgarizados y viciados por las condiciones comerciales de nuestro tiempo. De todos esos símbolos desvanecidos y falsificados, el ejemplo más melancólico es el antiguo símbolo de la llama. En cada época y país civilizado, era una cosa natural hablar de algún gran festival en el que «la ciudad era iluminada». No hay hoy ningún significado en decir que la ciudad se iluminó. No hay razón ni propósito alguno para iluminar la ciudad con motivo de cualquier entusiasmo noble, como haber obtenido una victoria. La nueva iluminación ha hecho que la gente se canse de la forma de proclamar grandes cosas al usarla continuamente para proclamar pequeñas cosas. No ha destruido la diferencia entre la luz y la oscuridad, pero ha facilitado que las luces menores sobresalgan sobre las más grandes.

G. K. Chesterton. «The Rituals of Christmas», artículo del 24 de diciembre de 1927, The Illustrated London News, Collected Works volumen XXXIV.

domingo, 23 de diciembre de 2012

Nochebuena 2012

Muchas gracias a todos los que leen esta página —28303 visitantes únicos en el último mes de noviembre— y, en especial, a todos los que la citan o enlazan, y a todos los que me ponen correos para decirme cosas que debería corregir o mejorar.
Feliz Navidad.

Primera nota

En este blog aparecerán las entradas de www.bienvenidosalafiesta.com. De momento iré viendo sistemas de alimentarla automáticamente.